novedades
 SEARCH   
 
 

23.12.2022 Críticas  
Construir una conversación

Se despide del Teatro del Barrio de Madrid Los que hablan, con Malena Alterio y Luis Bermejo con texto y dirección de Pablo Rosal. Un regalo interpretativo con un texto inquietante que nos pregunta con acidez amable si es lo mismo hablar que conversar.

Los que hablan arranca con una presentación casi absurda, con ecos de Becket. Dos personajes desubicados, perdidos en sí mismos, con espíritu de cómicos o de clowns se encuentran y se observan. Entre ambos hay un pulso evidente, una necesidad de entenderse. Sin embargo, el muro de un silencio con una dimensión casi física los separa. El lugar elegido para el encuentro es agradable, propicio, pero la ansiada comunicación tropieza con las palabras. ¿Cómo se comienza una conversación? Es algo que vemos a diario y parece fácil.

Nuestros personajes se esmeran. Se preparan y lo intentan pero las palabras se enredan en la garganta como gestos reprimidos. Titubean. Asistimos desconcertados a este proceso de nacimiento de una conversación. Hay fragilidad e impotencia en este desconcierto de silencio y necesidad, pero también una búsqueda obstinada que estalla cuando uno de nuestros personakes encuentra la senda. Para empezar una conversación basta articular la primera palabra. Una palabra solitaria, absurda, desnaturalizada de tanto repetirla. Sin embargo, una palabra no es suficiente para entenderse, aunque hablar parezca sencillo. Quizá acumulando palabras surja el primer diálogo. Un intercambio breve, objetivo, casi descriptivo de lo utilitario. Estos personajes definitivamente han encontrado las herramientas pero no saben cómo utilizarlas y, como niños, aprenderán imitando. Ambos construyen así una conversación enloquecida repitiendo fragmentos de conversaciones, ecos escuchados a alguien anónimo caminando por la calle. Pero en la repetición hay también una apropiación. Los personajes emulan no sólo las palabras, también los gestos, los acentos, las personalidades, y, ante nuestra mirada atónita, se transforman en otros. Los diálogos robados se suceden sin aparente norte y nuestros personajes se diluyen en otras personalidades más seguras y convencidas. Sólo el silencio los trae de vuelta para darles la oportunidad de encontrar aquello que están realmente buscando, una conversación y, en el fondo, a ellos mismos. Sólo entonces encontraran el espacio para responder a una simple pregunta que es la verdadera semilla, el puente sincero entre dos identidades distintas: “¿cómo estás?”

Pablo Rosal construye a través de este texto inquietante y magnífico, un delicioso ensayo sobre el arte de conversar y sobre la necesidad del silencio. Un texto disfrazado de comedia sutil que nos sacude por dentro y sobre todo nos hipnotiza porque nos coloca en un espejo en el que todos de alguna forma nos sentimos reflejados. Hablar es entretenido pero nos perdemos en las palabras que nos impiden conectar con el otro. Descubrimos en este reflejo que nosotros mismos muchas veces hablamos para evitar hablar de lo que necesitamos hablar.

Los que hablan es un texto potente que plantea a sus actores un reto difícil. El juego que propone al espectador exige una interpretación que explote las palabras (siempre las palabras) más allá de los horizontes que sus extraordinarias posibilidades a priori ofrecen. Malena Alterio y Luis Bermejo son, sin duda, esos actores que Pablo Rosal necesitaba. El texto parece escrito a la medida de su gran talento. Ambos materializan el sufrimiento, la fragilidad, la inanidad, la sinceridad, la seguridad o el absurdo con una elegancia excitante. Sus registros cambian con apabullante naturalidad y nos ofrecen una soberbia lección de interpretación. Sobrecoge la velocidad de las transiciones, sobre todo en el último tercio, la dicción exquisita, la plasticidad, la maravillosa naturalidad, y la capacidad de explotar la comicidad con sutileza. Sin distinción entre ellos, Malena o Luis, Luis o Malena. Ambos nos regalan un ejercicio de puro sentimiento e inteligencia.

Los que hablan es un ejercicio magnífico que nos interpela como espectador y como individuo. Es un exquisito juego teatral, comedia, ensayo intelectual y soberbia demostración interpretativa. Un espectáculo que no debería terminarse nunca.

Crítica realizada por Diana Rivera

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES