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16.11.2022 Críticas  
Càndida Pérez, la compositora de cuplés

Hace 100 años, «el cuplé catalán» se forjaba en las academias de Conde del Asalto (hoy, Nou de la Rambla) para interpretarse por los cafés, teatros y teatrillos de todo el Paralelo. Una de sus grandes compositoras fue Càndida Pérez Martínez. Ahora, Núria Esquius reivindica su labor en La cupletista, que regresa al Teatre Gaudí de Barcelona.

La soprano lírica Núria Esquius lleva más de una década llevando este espectáculo por los escenarios catalanes, un concierto de cuplés en el que, entre pieza y pieza, evoca los años 20 del siglo pasado, y pone en contexto conceptos clave como las academias, la sicalipsis o el impacto de Raquel Meller, con dramaturgia y dirección de Pere Sagristà. Y alrededor de todo ello una figura singular, la de Càndida Pérez, compositora de doce (+1) de las trece (+1) canciones de la velada.

¡Y menuda figura! Càndida no solo resulta llamativa por ser una mujer en un oficio dominado por hombres (los Joaquim Zamacois, los Vicenç Quirós), también por su calidad. Tanto es así que, en noviembre de 1921, sus coetáneos ya celebraban un banquete de homenaje a la compositora, por la fama y el éxito de sus obras. Càndida Pérez tenía entonces 28 años.

La selección de piezas de La cupletista no solo sirve para conocer mejor a Càndida. Núria Esquius despliega todas sus artes para seducir, sonrojar, divertir, apenar… en una palabra, emocionar, con esas piezas cargadas de sentimiento que eran los cuplés. Artefactos musicales mucho más complejos de lo que podría suponerse por su caduca calificación de «género ínfimo»: como Esquius deja claro, el «cuplet» podía servir para muchas cosas, tener muchos temas. Un «cuplet» podía, incluso, condensar perfectamente todos los elementos de una obra del calibre de Terra Baixa en dos minutos.

Y lo hace con una técnica vocal y dramática impecable, accesible y carismática. Ella sola, con el apoyo del pianista Eladi Dalmau, llena el escenario del Teatre Gaudí, atrae las miradas, hechiza los sentidos y teje, una tras otra, las historias de «La orfeonista», de la «Revetlla d’amor», «La fornera de la Ronda», «La Marieta de l’Ull Viu», «Les caramelles»… Cien años después, las canciones siguen siendo buenas, muy buenas, pero es Núria Esquius la que las convierte en algo absolutamente vivo y palpitante.

La reivindicación es el último elemento que planea por la función: la reivindicación de un patrimonio cultural que se nos ha escamoteado, que no se reinterpreta (como por ejemplo han hecho los ingleses con Gilbert & Sullivan o los alemanes con el lied) y al que se dificulta el acceso. Y, desde luego, tras asistir a un espectáculo tan maravilloso como La Cupletista, todos queremos saber más, mucho más.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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