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05.10.2022 Críticas  
Numen y castigo, o la Arcadia no está en Mallorca

Joan Gomila escribe y protagoniza, prácticamente en solitario, L’home del vol vertical, la fascinante y trágica historia de Pere Sastre, un campesino mallorquín que, en las primeras décadas del siglo XX, imaginó, diseñó y construyó un prototipo de helicóptero. La Fornal d’Espectacles lo ha llevado ahora al Llevant Teatre (antes Teatre de Ponent) de Granollers.

El espectáculo, ambientado en diciembre de 1963, lo abre y lo cierra la actriz Xesca Forteza, interpretando a una monja que acoge en su monasterio al moribundo Pere Sastre, y que mantiene con Gomila una conversación sobre la fé y la ciencia, sobre lo conservador y lo progresista. Siempre en escena, en su lecho de muerte, está presente el actor Joan Aguiló, una especie de Mario de Delibes. Se limita a yacer, pero la voz de ese personaje se va a oir en escena, y mucho.

Bajo la eficaz dirección de Frederic Roda, que ha trabajado ya mucho con Joan Gomila, el escenario es para este último. Gomila encarna a uno de los grandes amigos de Pere Sastre, alguien que le conoció desde niño y que puede dar cuenta de su genialidad precoz, sus primeros defensores y detractores, sus lastres y su afán infatigable. Dispuesto a que no pase solo su última noche, este amigo le acompaña y le habla, reviviendo el pasado, los errores y las injusticias que impidieron a Sastre llegar a Utopía.

Siguiendo una línea básicamente cronológica muy bien marcada por la música, con regresos al presente para hacer comentarios en perspectiva, Gomila se convierte en multitud de personajes, incluyendo al propio Sastre. Arranca de una descripción enamorada del paisaje rural mallorquín, y se basa en cartas, informes, artículos de prensa, testigos de primera mano y otros documentos reales para explicarnos la historia desconocida de un hombre que lo tenía todo en contra, y se estrelló contra la realidad de su país. Contra la falta de apoyo empresarial y contra el desprecio de los poderosos.

Frente a Sastre se alzan dos figuras aeronáuticas mucho más conocidas: Charles Lindbergh y Juan de la Cierva. Del primero se ensalza la fertilidad de la sociedad americana para luego lamentar las grandes sombras de su vida posterior. El segundo es como una especie de anti-Sastre: por su origen con todo a favor, pero también por las dudas de que robara las ideas del propio Sastre, apoyado por su entorno privilegiado. Sastre se convierte en un paladín del logos y del numen, el conocimiento y la inspiración genial… y a las puertas de Utopía, tan lejos de la Arcadia soñada, el saber no puede triunfar, pues nuestra historia y nuestra sociedad lo destruyen. Que inventen ellos.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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