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06.10.2022 Críticas  
Un portento teatral

El Teatre Akadèmia de Barcelona presenta Dirrrty Boys. El true crime teatral de Gerard Guix, dirigido por Àgata Casanovas e interpretado por Martí Cordero y Sergi Espina, deja al público sin aliento en un clase magistral de teatro físico y sensorial. Uno de los montajes más impactantes y que, seguramente, se convertirá en uno de los más aclamados de la temporada.

Dirrrty Boys cuenta la historia de Jon y Robert, dos niños de diez años que, un día de febrero de 1993, hacen una fechoría de tal alcance que, a partir de ese momento, ya no pueden avanzar, atrapados dando vueltas sobre esta acción, en un loop infinito, una y otra vez, volviendo siempre a la casilla de salida.
Ahora, adultos, viven en un salto al vacío continuo entre las secuelas del pasado y la posibilidad de redención de un futuro que no llega. Las consecuencias les acompañan en forma de remordimientos, de culpa, y les altera la vida, la modifica, la condiciona.
A uno de ellos, aparentemente, las cosas le van bien teniendo en cuenta el peso que lleva sobre los hombros. Al otro las cosas le van mal, pero no tan mal como quisiera mucha gente que cree que merece un futuro peor por lo que hicieron, que no es una fechoría, sino un acto terrible con secuelas devastadoras.

Esta obra todo terreno que arrasa y abrasa el Teatre Akadèmia tras su primer minuto, eclipsa nuestra mente. Interpretada por dos actores noveles, Martí Cordero y Sergi Espina, Dirrrty Boys nos presenta una calidad interpretativa que ya quisieran algunos de los que llevan años sobre el escenario.

Dirrrty Boys es una obra dura, física y de concentración incomparable. Bajo la fina y PER-FEC-TA dirección de Àgata Casanovas, la obra nos presentan algo que aun no habíamos visto ni experimentado en un teatro. Con una forma discursiva que nos recuerda vagamente a la aclamada A.K.A; la obra nos muestra que el teatro puede interpretarse y experimentarse de muchas maneras distintas y, la suya, es la mejor opción para este tipo de obra.

El texto de Gerard Guix es atractivo, complejo e impactante. Frenético en momentos clave y con bajones emocionales que ayudan a mantener la constante tensión en escena que tanto impacta al público. Aunque la obra atrapará a los espectadores más jóvenes (gran opción para iniciarse en el teatro de texto), la dramaturgia, la dirección y la interpretación dejarán más que satisfechos al público más adulto.

La dirección de Àgata Casanovas está basada en la fisicalidad y el sentimiento. Sentimiento que vibra en los ojos de los chicos A y B y, sobretodo, en el temblor constante que sus cuerpos, rebosantes de furia contenida, expresan por todos los poros de su piel. Ellos son energía, potencia, una bomba de relojería apunto de estallar que, bien contenida, hacen sentir al público un sentimiento mezcla de impotencia, soledad y rabia.

La interpretación de Martí Cordero y Sergi Espina es excelsa. Van a por todas, a jugar, a sufrir, a disfrutar y a hacernos disfrutar. Una lección de todo por el todo que, esperemos, les reporte la notoriedad que se merecen.

La inteligente escenografía de Anna Tantull pone la guinda al pastel haciéndola formar parte directa de la historia. Ya sea como losas que les caen sobre sus cuerpos cuanto intentan avanzar en la vida o, como paredes a las que golpear para retirar la frustración y la rabia o, como simples camas carceleras del reformatorio; la escenografía que parece básica en un inicio, se engrandece creando una visual sencilla pero efectiva. Junto al sonido de Gerard Guix y la iluminación de Paula Costas, Dirrrty Boys es un espectáculo que debería tendrá un gran recorrido por los teatros catalanes y, espero, nacionales. Destacar también el movimiento creado por Davo Marín, que ayuda aun más al espectador a entender la psique de ambos chicos dentro del mundo en el que les ha tocado vivir.

En definitiva, Dirrrty Boys es un portento teatral que nadie debería perderse. Espero que tengan (no dudo que lo tendrán) un alto recorrido por las salas teatrales del país.

Crítica realizada por Norman Marsà

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