novedades
 SEARCH   
 
 

26.09.2022 Críticas  
¡La burguesía! ¡Estoy perdía!

La temporada del Teatro Real comienza en los Teatros del Canal de Madrid con Orphée, ópera de cámara en dos actos, estrenada en 1993, con música de Philip Glass, quien además escribe el libreto, basado en la película de Jean Cocteau de 1950.

Orphée nos llega con la dirección musical de Jordi Francés, la de escena, por Rafael R. Villalobos, y lo más remarcable de esta ópera que son la escenografía de Emanuele Sinisi y la iluminación de Irene Cantero, otorgando entidad a una ópera elitista, burguesa, minimalista-mal y simbólica de más.

El poeta Orfeo (Edward Nelson) sale de farra por un café de artistas y se conoce al poeta Cégeste (Pablo García-López), el cual muere atropellado y trasladado a la casa de La princesa (María Rey-Joly) donde es resucitado y puesto al servicio de la señora. Orfeo se prenda de esta princesa mientras su esposa Eurídice (Sylvia Schwartz) cuida de un bebé, se siente atraída por Heurtebise (Mikeldi Atxalandabaso) y es asesinada, buscada en el inframundo, resucitada, ignorada, engañada, y muerta de nuevo porque su marido prefiere verla ídem a cumplir con el condicionante de su vuelta a la vida. Vamos, un martes en la vida de una señora bien.

Orphée es la segunda parte de la trilogía órfica de Cocteau y en ella actualizaba el mito de Orfeo a su contemporaneidad, lo que hizo a su vez Philip Glass con esta versión, trasladada a los Estados Unidos, con el nacimiento de la tele por cable, ese nuevo espejo cambiante y frenético a través del cual uno puede descender a los infiernos en busca de una mujer que no quiere, como Orfeo, o ver un mundo en descomposición; y es aquí que el artefacto de Sinisi tiene sentido y protagonismo, pero precisamente su aparatosidad ascendente y descendente crea una dinámica repetitiva y aburrida, al igual que las siete mismas imágenes que se alternan en las pantallas, antesala de las luces infernales del descenso a la nada de Orfeo.

Por esta sala Roja de los Teatros del Canal pasó hace muy poco Max Ritcher con Infra y The blue notebooks, y sus paisajes musicales tiene mucho en común con los que dibuja la música de Philip Glass, pero en este espacio la partitura de Orphée suena a tambores hand-made con pieles de pollo en un garaje subterráneo, tal es la terrible acústica del foso de la orquesta y la planificación del técnico de sonido del Canal. Solo la percusión metal y el piano (a veces) sonaba como debía, y si a esto le sumamos un diseño escénico con visibilidad reducida para los laterales, donde ni siquiera el juego de sombras funcionaba, es un punto mas a la lista de los “nay” de este Orphée.

Sobre La princesa retratada como una sexy Trinity cyberpunk, una Eurídice maltratada, ninguneada y sometida a un esposo egocéntrico e infiel, y que el único personaje con trasfondo, entidad y carga dramática sea el fantástico Heurtebise de Atxalandabaso, el cual tiene un papel secundario que no merece, ya si eso hablamos otro día. Eat the rich.

Crítica realizada por Ismael Lomana

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES