La Sala Teatro Cuarta Pared de Madrid, dentro del ciclo de danza Mover Madrid, presenta una fantástica retrospectiva de Jesús Rubio Gamo, que da comienzo con la pieza Acciones Sencillas, para cinco cuerpos y tres cantaoras y palmeras: gesto y repetición. Y no necesitan de más.
Idea, coreografía y dirección de Jesús Rubio Gamo; los cuerpos de Eva Alonso, Olaia Valle, Natalia Fernandes, Raúl Pulido y Diego Pazó. Voz, música y palmas de Blanca Paloma, Desiré Paredes y Paz de Manuel. Iluminación de Carlos Marquerie, y composición musical de José Pablo Polo.
La danza es a las artes escénicas lo que la poesía es a las letras, y considero que la mirada y el gusto deben ser educados y exigen de nosotros la voluntad, de ver, de creer y de disfrutar. Comentaba justo ayer con A., a la salida de la segunda pieza de este ciclo de Rubio Gamo, que al igual que me propuse que la poesía me gustase, o al menos provocase algo en mi, y poco a poco he conseguido saber lo que me gusta y no, y hasta de encontrar poetas cuya voz me impele, con la danza aún me pasa que no tengo creada mi hoja de ruta o el impulso curioso, aunque esto ya está en proceso de cambiar.
Ese impulso lo he tenido con Acciones sencillas, primero porque José Pablo Polo está en ello, siendo primero la amistad y luego su maestría lo que me arrastra a acudir, aunque sea en esta reposición, a ver otro sobresaliente trabajo suyo. Lo segundo, Raúl Pulido, al que llego aquí tras haberle ya disfrutado en Nave 73, y que forma parte de esta autoeducación en materia danzante. Lo tercero, el propio Jesús Rubio Gamo, quien ya siendo merecedor de una retrospectiva, y avalado por premios y nominaciones, no quería dejar pasar la oportunidad de conocer su arte y poder tener una opinión al respecto de él. Y obviamente, todo esto me lleva a sentirme fascinado por estas Acciones sencillas que (spoiler alert), no lo son.
Jesús Rubio Gamo me lleva a un lugar de reunión, quizás un exterior, o a un lugar interior y exterior a la vez. La corporeidad, el gesto y las secuencias de movimiento son parte de un ritual, una ceremonia pagana en el Norte, con mucho del Sur. Un espacio antiguo, con historia, en el que el estado mental es precisamente la suspensión del mismo, y solo se danza. El diseño de luces de Marquerie es un pasar de las estaciones, de los días y las noches de cinco cuerpos que no envejecen, que apenas necesitan descanso y que se mueven por el impulso de la comunión que les une; son cinco que son uno, pero también son tres, y dos, y cuatro, y a veces solo uno, pero cinco en total.
La atmósfera que crea la composición de Polo con las palmas, la voz y la percusión es un estado mental: un trance primario provocado por tres sacerdotisas con el poder de incitar y atrapar a los cinco cuerpos a que sigan moviéndose. Espectadoras, ejecutoras y alquimistas de un sonido atávico, primario, elemental, como los cuerpos que se terminan liberando de lo que les cubre y al sonido amortiguado de sus pasos sobre el espacio se les suma el de sus miembros golpeando sus cuerpos. Un piel con piel, lo elemental, lo que somos: huesos, carne y piel irrigados por fluidos, dentro y fuera.
En El hermoso misterio que nos une la palabra se alía con la danza, y en Acciones sencillas, la alianza es entre los cuerpos y la voz. Mi comunión con ese misterio que nos une es mayor por lo que provoca en mi lo que se nombra, pero la sugerencia y el viaje de esas Acciones sencillas es el destello de genio y curiosidad que me indican que este es el camino a recorrer, las pistas a seguir, el lugar al que llegar, y el destino prometido.
Crítica realizada por Ismael Lomana