Inaugura el Centro Dramático Nacional su programación en el Teatro Valle-Inclán de Madrid con un montaje avalado por la crítica en Cataluña. Madre de azúcar, escrito y dirigido por Clàudia Cedó es un viaje lleno de conflictos para el espectador. Un varapalo emocional que remueve y conmueve.
Este montaje nace de la experiencia de la autora y directora trabajando en el proyecto Escenaris Especials, donde se trabaja con actores y actrices con diversidad funcional. La autora se percató de que el tema de la maternidad era un tema recurrente, de esas charlas y talleres salió esta Madre de azúcar, que pone sobre las tablas los retos e impedimentos a los que se enfrentan las personas con diversidad funcional en el momento que expresan su deseo legitimo de ser madres. Un deseo que alguien ha decidido que deber ser mitigado de sus mentes y de sus cuerpos. Una sociedad que no aporta recursos a ayudar a unas personas que tienen el deseo de formar una familia. Un mundo que los califica de diferentes e ineptos para esa tarea.
En escena un elenco capitaneado por Andrea Álvarez en el papel protagonista de Cloe, una mujer de 27 años con una discapacidad intelectual del 65%. Cloe tiene un deseo irrefrenable de ser madre, pero no puede ni expresarlo. Su protectora madre que la trata como si de una niña indefensa se tratara la acorrala en todas sus iniciativas. Finalmente Cloe consigue entrar a vivir en una fundación, donde haciendo uso de su escasa libertad se las ingeniara para dejar de tomar las obligatorias pastillas anticonceptivas y conseguirá tener más de una cita para intentar quedarse embarazada. Todo estalla cuando los responsables del centro averiguan las intenciones de Cloe. El dilema, la fina línea entre lo que es lo mejor y lo peor para Cloe, la moral, la ética. Todo se pone en el tablero de juego. Se excluye a Cloe de la decisión y del resultado.
Cloe encuentra el apoyo de otros residentes del centro. Todos ellos con distintas capacidades. Es asombroso el trabajo de todos ellos, creando momentos de una magia bellísima. Dejamos de ver sus disfunciones para verles como lo que son, personas con los mismos sentimientos y anhelos que los nuestros, que solo necesitan ayuda y no compasión. El sobresaliente y desgarrador trabajo de la ya mencionada Andrea Álvarez es de esos que se queda en la memoria por largo tiempo. Acompañada por un fantástico Marc Buxaderas que despierta todas las simpatías del mundo. Judit Pardàs en el papel de Consuelo y Merçè Méndez son las otras maravillosas compañeras de Cloe con momentos de una emotividad que hace aflorar las lágrimas.
Ivan Benet como director de la fundación hace gala de su maestría en las tablas, ojalá se prodigara más por los escenarios de la capital. María Rodríguez como una de las educadoras del centro es la que verá su integridad más puesta a prueba, la que se replanteará por completo su cometido. Teresa Urroz como la madre de Cloe, simplemente está fantástica. La escenografía de Laura Clos y la luces de Lluís Martí hacen que la función ya de por sí redonda, sea perfecta.
El texto de Clàudia Cedó no deja concesiones, en un perfecto equilibrio entre el drama y chispazos de realidad nos hace constantemente plantearnos nuestra posición ante la problemática con la que Cloe nos interpela. Ahí radica una de las muchas virtudes de esta función tan necesaria. Nos obliga a posicionarnos y a no ser meros espectadores de un drama. Somos parte de una sociedad que excluye a los diferentes y que se erige en dueña y señora de los deseos más puros y legítimos de otros seres humanos. Plantea tantos dilemas y cuestiones esta Madre de azúcar que conviene llorarla y digerirla con calma. Un montaje altamente recomendable para los que quieren ir al teatro a ser zarandeados con la palabra, con el hecho, con el conflicto.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau.