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09.09.2022 Críticas  
Mi vida es un videoclip

El Teatro Español arranca la temporada 2021-2022 en la sala Margarita Xirgú con La noria invisible. Texto ingenioso y dirección virtuosa de José Troncoso con su habitual combinación de sarcasmo y ternura, esperpento y humanidad, en la que Belén Ponce de León y Olga Rodríguez encarnan a dos adolescentes divertidas y dramáticas.

La dramaturgia de José Troncoso -he ahí Las princesas del pacífico, La cresta de la ola o Los despiertos– tiene un hilo conductor muy definido. Personajes a los que nuestra sociedad no considera y candidatos a ser ninguneados o despreciados, con una expresión que los más exquisitos podrían tildar de banal o estridente, pero dotados de una transparencia que nos permite ver lo humano y bondadoso, lo bueno y lo dolido que hay en ellos. Y ahí nos ganan, evidencian que hay una manera de ser más inteligente, delicada, cercana y empática que la que se suele practicar fuera del escenario donde ellos viven desde que se inicia hasta que termina la representación.

Juana y Raquel son compañeras de clase, la Gafas y la Tetas, sin amigas, huérfanas de madre e hijas únicas ambas. Cada una con sus muchas particularidades, tic y tocs difíciles de describir y con ilusiones, pretensiones y ambiciones que ni ellas mismas saben si giran realmente en torno al sexo, las relaciones afectivas y el futuro laboral, personal y social. Podrían haber salido de un videoclip escolar de Britney Spears, creerse la Olivia Newton-John del final de Grease o un alter ego de las protagonistas televisivas de Salvados por la campana, pero a pesar de esas elucubraciones de este que reseña, son únicas, no suenan a copia o destilado de ningún referente generacional.

Hay algo de retrato sociológico en ellas, pero no es esa la construcción que pretende Troncoso. Lo que prima en La noria invisible, y de lo que son un vehículo excelente Belén y Olga, es la psicología y la emocionalidad. La incertidumbre que prima en el día a día de su camino vital, sin nadie que le guíe ni les aconseje, así como los castillos de naipes que se ven obligadas a construir para defenderse de la crueldad de los demás, ya sea el acoso escolar o el ordeno y mando de sus padres. Frente a todo eso lo único que les ayuda a seguir adelante es el recital que nos ofrecen, la fantasía de un mundo paralelo, la posibilidad de una amistad en la que dar rienda suelta al juego y a una imaginación sin filtros. Por eso, no solo vemos a dos adolescentes excéntricas e hiperbólicas, también a dos seres humanos deseosos de liberarse de imposiciones y dar rienda suelta a quienes sienten ser.

Una comedia dramática, y un drama risueño a la par, en el que la delicada y detallista dirección de José Troncoso se complementa con la retórica de su texto para ofrecer un espectáculo que nos llega, además de por lo que escuchamos y vemos, por la identificación que consigue que establezcamos con sus personajes. Con ellas visitamos su instituto, el parque de atracciones o la zapatería soñando gracias a la iluminación de Leticia L. Karamazana y la escenografía de Alessio Meloni. Viajes, ambientes y atmósferas en las que la música de Mariano Marín y las coreografías y movimiento de Luis Santamaría desempeñan un papel fundamental, subrayando tanto el histrionismo de La noria invisible como la lágrima y la sonrisa que viaja en ella.

La Estampida y el Teatro Español comienzan el curso teatral poniendo el listón bien alto, un inicio que ojalá sigan los muchos títulos que están por venir.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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