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21.07.2022 Críticas  
Una historia dura a ritmo de beat

Dentro de la programación del Grec Festival, y dentro del ciclo Molinex en El Molino de Barcelona, la compañía A.K.A. Teatro presentaba el pasado 9 de julio su nuevo espectáculo Scratch. Un monólogo punzante que nos abre las carnes al tratar temas controvertidos como la sexualidad permitida a la mujer, el deseo, el abuso y/o la culpa; entre otros.

Tras su primer éxito con A.K.A- Also Known As, la compañía repite su fórmula mágica para presentarnos, esta vez, a un personaje femenino que pondrá en debate cuál es la sexualidad permitida en la mujer, los límites del deseo y en juicio de la sociedad en dichos temas. Una obra con lenguajes físicos, lingüísticos y de estilo que nuevamente acerca temas importantes para la vida que llegan tanto al público joven como al adulto.

En Scratch encontramos a DJ Laureen. Una DJ residente de la discoteca de moda que nos cuenta, a ritmo de sesión de música electrónica, como es su mundo y sus experiencias en él. Ella, personaje inalcanzable que balancea la vida nocturna con su yo real, su yo persona, nos irá descubriendo poco a poco una historia cercana y dura que puede ocurrirle a cualquier mujer. Iremos viendo cómo es su día a día (tanto en el mundo de la noche, como en su casa con su pareja) y descubriremos su anhelo más escondido de volver a tocar la guitarra, tener su propia voz y ser compositora indie. Mientras el personaje «real» sueña en la vida que quería tener y busca cómo volver a aspirar de nuevo a ella, DJ Laureen nos mostrará una parte muy diferente. Scratch es una obra que pone «sobre los platos» las consecuencias de la exposición social, los pactos de los flirteos de la noche, los límites permitidos a las mujeres en su sexualidad y seducción y los posibles malentendidos, dudas y contradicciones en las decisiones propias.

El duro texto de Daniel J. Meyer pone sobre la mesa temas comprometidos como es el tema de los abusos. Pero no solo el tema de los abusos sexuales, también los abusos de poder, la culpa que nos auto-generamos, el cómo simulamos los estados anímicos para que otros no sufran y así esconder lo vivido, el miedo a las reacciones y, sobretodo, a las NO reacciones.
Scratch es una obra que inicialmente se muestra divertida, a un ritmo de beat imparable que siempre nos presentan Baccara y su Yes Sir, I Can Boggie; que tanta intención impregna cada vez que suena. Pero también es un texto duro, cruel y necesario que visibiliza una realidad en este mundo impregnado de pestilencia que trata a la mujer como un ser de segunda.

La dirección de Montse Rodríguez Clusella es excelente. Con un ritmo muy bien controlado, ha sabido darle forma a la dramaturgia de Daniel J. Meyer para que esta llegue de forma sencilla y veloz al público. Por otro lado, Clusella ha sabido sacar la fuerza escénica que Clara Minguez tiene y llevarla a un nivel inesperado creando un producto teatral imbatible.

Por su parte, Clara Minguez como intérprete arrasa con un personaje divertido y jovial que evoluciona en algo totalmente distinto. Disfrutamos con ella, soñamos con ella, incluso bailamos con ella desde la butaca. Pero también sufrimos con ella. Tanto que, en ocasiones, nos afecta profundamente lo que estamos viviendo, cómo lo está expresando, cómo pide auxilio. Su personaje se torna tan cercano al público que nos hace partícipes de todo lo que ocurre en escena y nos hace sufrir al no poder actuar ante tal abuso.

En la parte técnica destacar la música creada para el espectáculo por Paula Jornet, un acierto total. La brillante escenografía de Anna Tantull que nos rápidamente nos transita entre los dos mundos de la protagonista, y la iluminación de Natàlia Ramos y Irene Ferrer quienes nos mueven rápidamente del día a la noche. No quiero olvidarme de la espectacular coreografía creada por Guille Vidal Ribas quien ayuda a crear la exultante personalidad de DJ Laureen; un personaje incombustible y sin fin.

AKA Teatro ha vuelto a crear un espectáculo sin igual. Espero que, como ocurrió con el anterior, Scratch empiece a girar sin fin por todos los teatros del estado. Una historia a ritmo de beat que merece ser escuchada pero, sobretodo, comprendida.

Crítica realizada por Norman Marsà

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