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03.06.2022 Críticas  
Infancias robadas

La compañía Atreverse ha presentado Deconstruyendo a l’Enfant en Sojo Laboratorio Teatral de Madrid. La obra presenta a dos hermanastros, Brel Martínez y Jey Nazaré, que toman unas cervezas la noche antes del entierro del padre de uno de ellos. Recuerdo a recuerdo, desvelan vidas truncadas e infancias robadas en una obra desgarradora que cierra su segunda temporada.

Miramos a través de una pared a dos hermanastros que hablan del funeral del padre de Hugo. Es una situación incómoda pero es imposible dejar de mirar: hay algo en la rabia contenida de él y la melancolía de ella que hipnotiza; que desvela secretos. Para Hugo la tristeza no sirve para nada, recordar su pasado es hundirse en la miseria. Edith necesita que Hugo se enfrente a la oscuridad para que salga al otro lado. Sin embargo, ahí está el peligro para los dos, la oscuridad puede tragarse a los dos.

Brel Martínez dirige y protagoniza una obra a dos voces sobre los peores abusos de los que los humanos somos capaces, de cómo un mal padre destruye a sus propios hijos, incluso después de muerto. Las palabras, los recuerdos, incluso la música de esta obra, están impregnados del infierno del que salen sus protagonistas.

Es raro encontrar teatro que se atreva a tocar de manera tan abierta temas tan horribles y, sobre todo, que lo haga con palabras crudas y conjurando imágenes tan duras que es imposible no salir llorando de la obra. De verdad, yo intenté contener las lágrimas.

Brel Martínez es un portento. Como si no quisiera estar en ese escenario, toda la incomodidad, el dolor y la furia de Hugo reflejados en uno brazos cruzados, en unos hombros tensos y unos puños cerrados. Si fuera una película muda, te podría contar mucho sobre Hugo.

Jey Nazaré es Edith. Edith está cansada, lleva una carga enorme sobre sus pequeños hombros y parte de esa carga es Hugo. Edith toca la guitarra y canta suavemente, Edith parece que no quiere que la vean. Donde Hugo es un nervio expuesto, a punto de explotar, Edith es una herida abierta, con demasiado dolor como para luchar.

Deconstruyendo a l’enfant es una obra contenida, pequeña, es un espacio reducido que se expande durante dos vidas. Es casi imposible explicar lo mucho que afecta esta historia, las emociones que Brel Martínez (Hugo) y Jey Nazaré (Edith) muestran siempre a flor de piel. Ves a los personajes luchar por mantener sentimientos bajo control y te preguntas cómo los actores pueden transmitir esos huracanes de pena y rabia. Durante la obra te olvidas de que es una obra, es así de simple, de real, de mundana y extraordinaria. Sería un crimen no luchar por este tipo de teatro, sería un crimen no verles renovar.

Crítica realizada por Ariadna Ortega.

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