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27.05.2022 Críticas  
Luces y sombras

La sugerente historia de El caballero incierto vuelve al Teatro Español de Madrid, en esta ocasión a la sala Fernando Arrabal. Silvia de Pé borda los setenta minutos decimonónicos de este monólogo escrito por Laia Ripoll, a partir de un personaje de Rosa Montero, y dirigido por José Recuenco y Alberto Castrillo-Ferrer.

La ficción siempre alberga realidad dentro de sí, lo imaginado se ancla en lo que ocurrió y nos despierta el espíritu visionario para dilucidar en qué podría derivar en nuestro futuro. El caballero incierto tiene mucho de ambos acontecimientos. De un lado la tarde del 3 de noviembre de 1893 cuando el vapor Cabo Machichaco explotó en el puerto de Santander matando a casi seiscientas personas y dejando malherido a quien protagoniza esta obra. Persona que bien podría ser el sujeto de un extenso informe médico de aquella época, alguien anodino, salido de una novela realista de Pérez Galdós o naturalista de Pardo Bazán, y sobre quien la ciencia médica arrojaría múltiples hipótesis que hoy enrojecerían a psicólogos y psiquiatras.

Motivos secundarios en la mucho más actual novela La carne de Rosa Montero, que a Laia Ripoll le inspiraron para escribir este spin off teatral. En él, Josefina nos cuenta quién es y a qué se dedica, a la creación literaria, pero en un tiempo en el que solo los hombres tenían derecho a firmar sus escritos, de ahí que nunca se viera un solo papel que la certificara. Un freno que ella superó a golpe de empeño y de energía, de tanta que acabó convertida en un alter ego de sí misma.

Un personaje al que Silvia de Pé le da cuerpo y voz en un trabajo que aúna despliegue tonal y gestual con una versatilidad comedida con la que le da un tono costumbrista a la combinación de comedia y drama en que circunscribe su relato en primera persona. El diseño de vestuario de Arantxa Ezquerro y el espacio escénico de Anna Tusell juegan un papel fundamental para lograr ese traslado, no solo en el tiempo, sino también a otras maneras de mostrarse y de contemplar las coordenadas en que a uno le ha tocado vivir. Una suntuosidad aparente, pero lo suficientemente sencilla y recogida para, vista con ojos de productor, ser fácilmente trasladable allí donde surja la oportunidad de representar esta función.

Visto en las Naves del Español, este montaje gana mucho con sus posibilidades técnicas al servicio de la iluminación diseñada por Juan Gómez-Cornejo. Texto, actriz y escenografía resultan enriquecidos, amplificados y sintetizados por una luz que conjuga el detalle de lo imperceptible, lo delicado de lo particular y la profundidad de lo íntimo. Composición y variedad de matices y registros conjugados acertadamente por Silvia de Pé, en un correcto equilibrio entre construcción de personaje y demostración de capacidades interpretativas. Un esfuerzo que constituye el principal logro de la dirección de José Recuenco y Alberto Castrillo-Ferrer y el motivo por el que los espectadores salen más que satisfechos de la sala tras el fin de la representación.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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