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09.05.2022 Críticas  
Buen descanso ganó su pobre marido

Meses de gira hacen llegar por fin al Teatro Español de Madrid La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca con adaptación dirección de José Carlos Plaza.

Bernarda (Consuelo Trujillo), Poncia (Rosario Pardo), Angustias (Ana Fernández), Magdalena (Ruth Gabriel), Martirio (Zaira Montes), Amelia (Montse Peidro), Adela (Marina Salas) y Maria Josefa (Mona Martínez) nos cuelan en su patio de paredes encaladas y paredes encaladas y decoradas con ninfas danzantes, para presenciar sus dramas, comedias, y una tragedia.

José Carlos Plaza dirige La Casa de Bernarda Alba más involuntariamente cómica que he visto en un escenario, y que curiosamente se aproxima a mi primer acercamiento al texto en mi adolescencia. Los lances a pullas entre la Poncia y Bernarda son magníficos, certeros, y aquí se les reta esa gravedad que normalmente se les da sobre el escenario para ganar aquí en la extraordinaria química entre la Trujillo y Rosario Pardo, dotando de sentido la relación de años al servicio falsamente desconfiado de la Poncia a Bernarda.

Es extraño notar que la presencia de Bernarda en este montaje es menos opresiva y dictatorial, siendo en gran caso invisible trasladando el protagonismo a sus hijas y o a la misma Poncia, a la que Rosario Pardo aporta un gran carisma y simpatía. Que Consuelo Trujillo interprete una Bernarda Alba tan generosa, quitándose el foco y repartiendo el pesa de su personaje entre sus hijas, es un gusto y toda una novedad tras una Bernarda tras otra egocéntrica, malvada y cruel. La Bernarda de Trujillo es una madre, mu’ sargento, pero una madre sin un valor añadido que la tilde de fascista, dictadora y villana.

Todas las hijas están estupendas en sus roles, aunque un par demasiado afectadas para mi gusto, pero la Martirio de Zaira Montes consigue unos matices que hasta el momento no había presenciado nunca, y acerca al público un drama personal que va más allá del capricho de la Adela o de la soberbia de Angustias. La María Josefa de Mona Martínez es excelente, icónica y escalofriante presencia fantasmal.

El diseño de sonido e inexistente creación de un espacio sonoro de Arsenio Fernández es torpe e incómodo y el diseño de espacio escénico e iluminación de Paco Leal sigue el mismo camino. El vestuario de Gabriela Salaverri y sastrería de Luis Delgado elevan la evocación y entidad estética del montaje, casi trasladando a estas mujeres al patio de un centro penitenciario o un campo de extermino, tanta es la ilusión de blancura en los rostros y figuras espigadas.

La Casa de Bernarda Alba es correcta, aunque no extraordinaria, como yo esperaba, aunque logre ese golpe en el centro del pecho en el desenlace fatal de la Adela y la sentencia de ese mar de luto que rebosará las blancas paredes de ese patio.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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