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06.04.2022 Críticas  
Cualquier cosa puede suceder

Desde el pasado 24 de marzo el céntrico Teatro Infanta Isabel de Madrid acoge la pieza teatral Tercer cuerpo sobre sus tablas, la segunda obra escrita por Claudio Tocalchir que posee un gran poder evocador a partir de circunstancias presuntamente intrascendentes.

Una oficina desordenada, el hogar de una pareja, un restaurante y un consultorio médico son el campo de cultivo de multitud de insatisfacciones que suponen el eje principal de la vida de cinco personajes. Escenas propuestas, todas ellas distintas entre sí, reclaman un público atento que participe y que derribe las barreras de los prejuicios y de la imaginación para recibir Tercer cuerpo poniendo en juego todos los sentidos. En esta travesía de temas y formas de representación, el espectáculo se centra en una experiencia bastante caótica y llena de humor que pasa por un duradero intercambio de estímulos entre los protagonistas y los espectadores y espectadoras.

Nada más poner un pie en el teatro, ya te encuentras inmerso en el espectáculo porque los actores y actrices se mueven por el escenario mientras el público se va acomodando en sus respectivas butacas. Desde las primeras escenas se percibe una esencia enérgica que acapara todo a través de un lenguaje cotidiano, un ritmo bastante ágil y dinámico y unas actuaciones en las que me gustaría destacar su naturalidad escénica, la sencillez y espontaneidad. Natalia Verbeke, Carmen Ruiz, Carlos Blanco, Nuria Hererro y Gerardo Otero hacen las delicias del público que agradece con aplausos sus interpretaciones. Se nota la química existente entre los cinco, entregándose de lleno a sus personajes. Y es que, sin ninguna duda, uno de los mejores alicientes es el trabajo interpretativo de Verbeke, Ruiz y Blanco porque dotan a sus personajes de diversos claroscuros que se traducen en humanidad y fragilidad.

Resulta bastante interesante cómo se pueden tocar tantos temas más o menos trascendentes en un único texto, tan complicado de armar, y que todo encaje con la mayor naturalidad posible a lo largo de los ochenta minutos que dura la función. Parte del mérito radica, como he comentado anteriormente, en que los actores y actrices ponen al servicio de los asistentes sus emociones y necesidades. Se mueven por diversos lugares pero, simultáneamente, esos emplazamientos forman un espacio único.

Una de las particularidades de Tercer cuerpo es su propuesta escénica, en consonancia con lo que pretende transmitir. Parece que el escenario se les queda pequeño en determinadas ocasiones, pero es una sensación sin importancia derivada de una escenografía invariable, de la que se encarga Almudena Bautista, que denota varios lugares y potencia las virtudes de todos y cada uno de los miembros del elenco. Por ello, se valora de manera positiva que existan pocos elementos (estanterías llenas de archivadores, sillas, escritorios…) pero suficientes para demostrar que se saca el máximo beneficio a cada recurso. Logran atraparnos en los asfixiantes pensamientos de los personajes.

Por otro lado, la iluminación, a cargo de Ion Aníbal López, cumple perfectamente su labor y dota de fuerza e importancia cada movimiento que tiene lugar en el escenario, matizando el ambiente en el que se desarrolla la acción. Y es que hay que recalcar que los aspectos técnicos se complementan muy bien.

Tercer cuerpo es un teatro que nace de la naturalidad de lo cotidiano, de la provocación en cada escena y que cumple la función de entretener.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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