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11.03.2022 Críticas  
El recuerdo de una vida

Oceanía es el poderoso testamento artístico y vital del actor y director de cine y teatro Gerardo Vera que irrumpe sobre las tablas de las Naves del Teatro Español de Madrid. El montaje embelesa por su sinceridad y por la presencia de Carlos Hipólito, un gran actor que roza la perfección y conquista al público desde el primero momento.

Escenógrafo, director y dramaturgo, Gerardo Vera fue director del Centro Dramático Nacional de 2004 a 2011. Falleció el pasado mes de septiembre de 2020, dejando un extenso legado artístico y una huella imborrable en los amantes del teatro, apasionados y apasionadas por el arte y la cultura.

Oceanía es un monólogo dirigido por su discípulo y amigo José Luis Arellano y escrito por el propio Gerardo Vera junto a José Luis Collado. El retrato de un país y una época, pero también la efigie de un hombre excepcional que sintió la necesidad de plasmar, sin ningún tipo de pudor, la historia de su vida sobre un buen puñado de páginas. Su infancia llena concesiones y privilegios, la angustiosa e inesperada ruina de su familia, el comienzo de su eterna amistad con la cultura, el compromiso con la participación política, la desfachatez del amor y del desamor y, sobre todo, la complicada relación que mantenía con su padre. Un cuadro vivísimo sobre la dificultad de perder a nuestros seres queridos. Una experiencia devastadora que nos demuestra que no podemos vivir al margen del sufrimiento.

Carlos Hipólito recrea y hace suyo este emotivo monólogo en el que vuelve a regalarnos una verdadera lección interpretativa. Semejante texto necesita un protagonista que esté a la altura y el actor madrileño lo está; sin ninguna duda. No podía haber existido una elección mejor y más acertada para meterse en la piel de Gerardo Vera porque, Hipólito, combina de forma magistral la técnica y la emotividad que requiere este poderoso relato. Con la palabra y con un verdadero arsenal de gestos y matices nos sumerge en la historia porque su manera de interpretar es pulcra y precisa pero, al mismo tiempo, desprende fuerza en cada una de las frases. Demuestra, una vez más, que es uno de los grandes de la escena española.

Otro de los aciertos es que se apuesta por una escenografía sobria, de la mano de Alejandro Andújar, que nos traslada de un lugar a otro sin la necesidad de grandes despliegues que nos distraigan de lo verdaderamente importante. La iluminación, de la que se encarga Juan Gómez-Cornejo, cumple brillantemente su función y dota de fuerza cada movimiento escénico. Y es que todo fluye de manera dinámica, incluida la música, para que el público esté inmerso en esta obra de teatro que sirve como bastión de la memoria y de la reflexión.

Dejarse llevar con lo que sucede sobre las tablas es la clave, no tanto tener ideas preconcebidas sobre el texto sino vivir el plan del protagonista para conectar con nuestras propias emociones y transitar en ellas, sin ningún tipo de represión. Oceanía, sin ninguna duda, deja huella.

En definitiva, todo está al servicio del texto y, fundamentalmente, el actor que es el vehículo principal para contarnos la historia de Gerardo Vera. ¡Qué necesario es el teatro cuando emociona!

Crítica realizada por Patricia Moreno

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