La Sala Beckett de Barcelona programa, dentro del ciclo Planeta Persona, la obra Animal Negre Tristesa. Una tragedia en tres actos escrita por Anja Hilling, traducida por Maria Bosom y dirigida por Julio Manrique. Una pieza teatral donde el fuego, elemento natural poderoso y destructor, brinda segundas oportunidades.
Una noche de camping, un incendio por negligencia y los trozos a recomponer de esas personas son el mapa vital que Hilling nos entrega. Su dramaturgia es imposible que te deje sin reacción. Aún a pesar de estar contada por boca de narradores en su mayor parte tratando, de alguna manera, de evitarnos el acercamiento emocional a los personajes y a su experiencia de horror, uno no sale indiferente a lo que vive durante 2 horas en la sala del Poblenou.
Un gesto de inatención, de descuido, provoca un incendio en el bosque donde se hallan seis seres humanos y un bebé. Personas a las que todo les va bien, creativas, intelectuales, con un cínico sentido del humor que se divierten y disfrutan. De repente, no serán más que prisioneros de un potente artefacto que les cambiará las vidas; que le hará darse cuenta de que no son ni más ni menos que los demás. La vulnerabilidad expuesta, la posibilidad de la eterna desaparición, la pérdida personal (física o emocional) o el sentimiento de culpa vapulea el interior de los personajes, llevándolos a ser quienes no habían sido hasta entonces.
Manrique ha creado un montaje contemporáneo que nos transporta al teatro europeo actual, algo que agradezco profundamente. Disfruto la oportunidad que se nos brinda de poder tener en los carteles de Barcelona una opción diferente y tan disfrutable como es Animal Negre Tristesa. Un vestuario neutro para los protagonistas de la historia y un diseño escénico simple pero efectivo, con el bosque primero y luego el fuego sobre la pared de fondo, la desconsoladora música de Max Richter acompañando mucha parte del tiempo y una coreografía para retrasar el tiempo y congelarlo son algunos de los elementos con lo que juega Manrique para conseguir que esta pieza sea especial. El equipo técnico (que casi siempre le acompaña) demuestra la compenetración que existe entre profesionales y director.
En la parte artística, el elenco evidencia su compromiso con el teatro, dejándose la piel con estas interpretaciones que, en algún momento, los dejan exhaustos físicamente. El desgaste emocional en cada función es incuestionable. Y a pesar de ello, su trabajo mantiene la excelencia por encima de todo. Mima Riera es completa en todo su recorrido, en los que se tocan prácticamente todos los palos. Ernest Villegas es (y, para mí, siempre será) el mago de las palabras, el que te hipnotiza con su voz, con lo que tiene que decir. Es una bestia de teatro para el disfrute del espectador. David Vert ya es magnético simplemente con su presencia. Pero la profundidad que además se percibe siempre en el estudio y desarrollo de sus personajes se refleja siempre sobre el escenario. Mia Esteve desgarra y se transforma con una tremenda fuerza que la sitúa en primera línea sobre las tablas. Jordi Oriol y Joan Amargós, en dos de los personajes más amables, proveen del contrapunto dulce y sensible a una historia que sin ellos sería completamente devastadora. Finalmente, pero no menos importante, gran trabajo (principalmente) de narración de Màrcia Cisterò y Norbert Martínez. Una opción poco usual en teatro, pero que le confiere, como decíamos antes, uno de los puntos de diversidad al montaje y que permite, de alguna manera, alejarnos emocionalmente de un texto, que en algunos momentos se convierte en desgarrador.
Factura impecable la que Manrique, con la ayuda de Ferran Carvajal, nos dejan con esta obra. Dice él que después de Carrer Robadors, L’Oncle Vània (como intérprete) y Animal Negre Tristesa, da por finalizada la trilogía de la tristeza. Entiendo que tres proyectos de este calibre te dejen el cuerpo, la mente y el alma extenuados. Pero para los que, como espectadores, disfrutamos tanto el drama y la tragedia y el remover interno y el llorar y el sufrir dentro de la sala de un teatro, valoramos muchísimo la entrega de quienes nos donan un teatro así, tan próximo, tan cercano. Y la Sala Beckett es una de las mayores herramientas para su distribución, porque siempre ha defendido un teatro de esas características y las producciones innovadoras y actuales.
Es mi intención, con estas palabras, que cualquiera que las lea tenga la intención de ver Animal Negre Tristesa, si no lo ha hecho ya. El teatro es un activo imprescindible de la cultura, no solo para el entretenimiento, sino para el crecimiento del ser humano. Espejos en el que vernos reflejados, que te inducen a pensar, con los que Manrique ha jugado también. Sigamos dándole la importancia y el lugar que merecen en nuestra sociedad, alabando a los que a día de hoy lo hacen posible.
Crítica realizada por Diana Limones