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10.02.2022 Críticas  
Inés de Castro. El amor y la muerte de estado

El Teatro de la Abadía de Madrid presenta Nise, la Tragedia de Inés de Castro. Una magnífica representación contemporánea del teatro renacentista que unifica los textos del siglo XVI de Jerónimo Bermúdez, Nise Lastimosa y Nise Laureada; que narran la histórica leyenda de Inés de Castro, asesinada por razones de estado y cuyo cadáver fue coronado tras su muerte.

Ana Zamora, al frente de Nao d’amores, recogió los dos textos del fraile Jerónimo Bermúdez para adaptarlos en una única pieza en la que respeta la estructura y cuerpo de los originales y recupera una fonética de ecos medievales que aporta un rico lenguaje literario. La dramaturgia final es coherente y mantiene su compromiso con el origen clásico pero presentando una propuesta contemporánea más próxima al público actual.

La historia de Inés de Castro es una de esas piezas medievales que se ha venido representando en teatro y cine sin interrupción a lo largo del tiempo. Hay algo perturbador en esta leyenda que ha generado una fascinación tanto en literatos, dramaturgos y público. Es debido sin duda a la potencia de su iconografía. La mezcla del horror que produce el asesinato de una mujer, Inés de Castro, por el único motivo de amar a un futuro rey. Del mismo horror que espolea la venganza de su amante, el infante Don Pedro, que se levanta en armas contra su propio padre, el Rey Alonso de Portugal, promotor del asesinato. Y, por último, de la aterradora belleza que despierta en la imaginación, la imagen de esa reina exhumada y coronada por su amante, ya Rey de Portugal, frente a una corte espantada que besa su mano descompuesta.

La pieza que Nao d’amores ha montado está llena de matices aunque mantiene una apariencia formalmente sencilla en la que la reflexión política y el drama romántico coexisten con armonía. De un lado, hay una evidente crítica al mal gobierno representado en los dos reyes, Alonso y Pedro, en el que cada uno por razones distintas adopta decisiones expeditivas y erradas. El primero es cobarde y se mueve por un exclusivo interés personal; el segundo, que sería apodado el justiciero, es iracundo y se deja arrastrar por la venganza.

No obstante, aunque el verso y la historia de este montaje sean brillantes y dimensionen la maravilla de la pieza, lo que hace Ana Zamora con la escenografía de Ricardo Vergne y la dirección musical de Alicia Lázaro es la destilación más pura de lo que es el teatro de calidad.
La belleza formal de este montaje es casi pictórica. Los pocos, pero exquisitos recursos empleados crean escenas con la gravedad de una tabla flamenca. Es poderosísima la imagen de Inés yaciendo muerta con su vestido blanco ensangrentado pero junto a ella conviven multitud de retablos igualmente estremecedores en los que la violencia, la ira y el amor convergen con pasión.

No hay líneas suficientes para alabar el trabajo en la dirección del elenco (José Luis Alcobendas, Natalia Huarte, Eduardo Mayo, Marcos Toro, Alejandro Saá, Alba Fresno, José Hernández Pastor e Isabel Zamora). Su trabajo coral e individual es soberbio, pero hay, tres escenas que son particularmente conmovedoras y merecen una mención aparte.

La primera es, sin duda, la súplica desgarrada pero digna que hace Inés (Natalia Huarte) por su propia vida a los pies del Rey Alonso (José Luis Alcobendas). Huarte dibuja un arco de una belleza y emociones devastadoras que nos hace circular desde el horror a la esperanza. Brilla también el devastado monólogo en el que sumerge Don Pedro (Eduardo Mayo) removiendo con sus manos la tierra en la que yace Inés. El dolor y la ira que Mayo imprime al pasaje nos conducen sin aliento al sobrecogedor, ceremonioso y litúrgico momento de la coronación de la reina muerta. Aquí el espacio del Teatro de la Abadía, solemne, ritual, se convierte en otro protagonista más del montaje. El halo de incienso, la excelente iluminación tamizada de Miguel Camacho, que aprovecha la extraordinaria altura de esta sala, dotan a la escena de la coronación de una belleza irreal.

El magnífico diseño de vestuario de Deborah Macías, que recibió por este trabajo el premio Max en 2021, merece otra destacada mención. Macías hace un acertado uso de textiles artesanales de pesada lana que aportan un eco regio, grave y antiguo a los personajes. Por último es obligado citar las piezas musicales de resonancias renacentistas que, tocadas en directo y cantadas por el contratenor José Hernández Pastor, aportan un hilo invisible que suma y eleva la labor del excepcional elenco.

Esto resume el espíritu de esta compañía Nao d’amores que desde hace 20 años lleva embarcada en una travesía para recuperar el teatro prebarroco y modernizarlo con elegancia escénica y respeto. Harían falta muchas más Nao d’amores para demostrar que con un texto de más de seiscientos años se puede ser terriblemente contemporáneo si se honra el origen y se crea un lenguaje escénico coherente, con un propósito narrativo en el que la danza, la música y la plasticidad corporal más moderna tienen cabida sin estridencia.

Nise, la tragedia de Inés de Castro es un compromiso con el teatro. Una apuesta por el público que anhela un lenguaje que interpele a su inteligencia y a la emoción. Un gran montaje que ha regresado a los Teatros de la Abadía y que podría disfrutarse una y otra vez sin que uno llegara a saciarse nunca de esa sensación de plenitud que deja al terminar.

Crítica realizada por Diana Rivera

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