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03.12.2021 Críticas  
Cuando Shakespeare se encontró con Edith Piaf o lo que gustéis

La Sala en Madrid representa Noche de Reyes, dirigida y adaptada por Nicolás Pérez Costa con producción de Eva Quirós. Una de las piezas más disparatadas de William Shakespeare encuentra en esta versión una nueva comicidad, más moderna y accesible al público contemporáneo.

El rugido del mar y las velas rotas de un barco naufragado nos reciben en este pequeño teatro. Ahora bien, lo que sigue es un personalísimo ejercicio que permite a este director construir un universo de una comicidad muy contemporánea y lejana a lo que esperamos del teatro isabelino.

De todos es conocida la trama de este vodevil en la que el amor es esquivo o burlado y en la que el amor triunfa gracias, o a pesar, del engaño. No hay voluntad moralizante ni ejemplificadora en Noche de Reyes. Nació como un divertimento sin más vocación que entretener y esta adaptación recoge ese legado para amplificarlo.

Este juego de espejos en el que nadie es lo que dice ser, se ha versionado, se ha llevado al cine con desigual acierto y se ha reinterpretado de muchas formas y por muchos, pero nunca había visto una libertad tan inteligente e intuitiva como la de este director. Nicolás Pérez Costa ha entendido que a Shakespeare no hay que tenerle miedo y, respetando el espíritu de la obra, ha sabido retorcer no sólo el texto sino también el lenguaje escénico. Esta pieza transita sin miedo entre el clown y la astracanada. Hace guiños al cine contemporáneo (con una divertida referencia a El Padrino de Coppola) e incluso se arranca con pequeños conatos de comedia musical. Llama la atención la afinada interpretación que hace una sensual Lady Olivia (Patricia Domínguez) de la Vie en rose de Edith Piaf. No obstante, estos pasajes musicales aportan poco al montaje y nada a la trama. Aunque son agradables, quedan encapsulados como un alivio ligero descontextualizado del resto de la pieza.

Decididamente la adaptación de Pérez Costa es arriesgada y también grotesca pero por todo ello, sin duda, más divertida y con un color inesperado.

La escenografía es otro elemento que, aunque formalmente inexistente, permite con lo mínimo resolver con economía los múltiples espacios en los que se desarrolla la trama (desde las playas de Iliria a los palacios del Duque de Orisini o Lady Olivia). La desnudez del escenario y la versatilidad de unas pocas piezas de atrezo constantemente movidas y alteradas por los actores permiten que la acción fluya sin cortes, ni telones. También aquí se aprecia esa vocación modernizadora. Todo es inmediato, ágil y por ello el ritmo se mantiene frenético, sin ceder un solo instante.

Las limitaciones de la sala empujan a esta solución escénica pero creo apreciar también un objetivo estilístico. Que los actores coreografíen y construyan por sí mismos el espacio en el que se mueven les permite explotar una comedia de gran contenido físico que refuerza el texto aunque a veces (por ser algo crítica) también lo eclipsa. Hay composiciones que despiertan recuerdos a Buster Keaton o incluso a Charles Chaplin como un secreto tributo al cine mudo.

En este punto brilla especialmente el bufón Feste, interpretado por Mario Larce, que nos conduce en el caos con algo hipnótico que atrapa las sonrisas y las miradas. Feste despliega un talento bien dirigido que podría haber caído en el exceso y el histrionismo pero se mantiene magistralmente en el más puro magnetismo.

El resto de actores suman en este extenso elenco que mantiene una calidad uniforme. La sonrisa aflora naturalmente cada vez que María (interpretada esta vez por la propia Eva Quirós), Sir Toby y Sir Andrew se encuentran; o cuando Malvolio se debate entre su alma enamoradiza y su rigor de costumbres.

Esta adaptación de Noche Reyes es sin duda una pieza muy osada y diferente que sacrifica el texto en favor del movimiento apostando por la comedia. Es un montaje para el público moderno, que ríe abiertamente y se sorprende con este nuevo lenguaje físico. Quizá no sea una obra de las que nutran el alma, pero sin duda esta versión alarga felizmente nuestras vidas.

Crítica realizada por Diana Rivera

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