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01.12.2021 Críticas  
El clásico se hace ópera familiar

El Teatro Real de Madrid en su afán de buscar nuevos públicos programa una preciosa versión operística de La Cenicienta, con música de Pauline Viardot en el bicentenario de su nacimiento. Una versión de deliciosa música y entregada interpretación que hace las delicias de pequeños y no tan pequeños.

Se presenta en horario matinal, dentro del ciclo El Real Junior esta versión del clásico cuento de La Cenicienta. Un grupo de visita en un museo se pierde y entra en una sala aparentemente abandonada. Al curiosear entre lo que allí se encuentran dan con un libro de Pauline Viardot que empiezan a leer. En ese momento el mundo se transforma y los desorientados turistas encarnan a los protagonistas del cuento. En esta versión, la madrastra es reemplazada por un padre, las hermanastras son dos y como no, un zapato resolverá la historia de amor.

La ópera compuesta por Pauline Viardot poco antes de su muerte, es una ópera alegre, de un tono ágil y con momentos mágicos, como no podía ser de otra manera, tratándose de una versión del conocido cuento.

Guillermo Amaya dirige la versión y adapta con tino el texto al castellano, el público familiar aprecia y agradece la propuesta. La escenografía recrea con solvencia la estancia del museo que se transforma en la casa de Cenicienta y el palacio donde tiene lugar el baile que ofrece el príncipe. Francisco Soriano se encarga de la dirección musical y de interpretarla al piano. Una partitura en apariencia fácil pero que se escucha con interés.

El papel principal recae sobre Juliane Stolzenbach Ramos que interpreta con gracia y certeza a La Cenicienta. Le acompañan en el divertido papel de las hermanastras Vanessa Cera y Paola Leguizamón que no pueden estar más divertidas y disparatadas, hacen las delicias del público. Francisco García como El Principe encantador, Juan Ramos como El Conde Barrigulo y Ramiro Maturana como El Barón de Pictordú, todos equilibrados y entendiendo a la perfección el tono de una ópera familiar.

Se pasa la historia con tremenda rapidez y agrado. Fluyen las escenas y la música atrapa al espectador. Impresiona ver a tantos pequeños ni parpadear escuchando una composición de más de cien años, impresiona verles escuchar ópera. Más lamentables son esos padres incapaces de dejar de hacer fotos con el móvil. Pero dejando atrás ese detalle, alabo el esfuerzo del Real por acercar la ópera a los niños. De esos esfuerzos saldrán nuevas audiencias que apreciaran la belleza de la ópera. Ojalá más representaciones como esta que inoculen el buen virus que es la ópera.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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