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29.11.2021 Críticas  
Animalismo deslenguado

El Teatro del Barrio de Madrid acoge la escenificación de un directo televisivo en el que lo gamberro es la norma. Excalibur y otras historias de animales muertos es una dramaturgia con marionetas de Hermanas Picohueso, con escaso presupuesto y mucho ingenio técnico en el que se dice lo que nunca escuchamos en el prime time de las cadenas de mayor audiencia.

La naturaleza se divide entre los seres humanos y el resto de especies que también nacen, crecen, se reproducen y mueren. Ese es el filtro en el que estamos instalados desde el principio de los tiempos, con nosotros en el centro de todo, hasta el punto de que hemos considerado a algunos de esos seres, a los más amables, dúctiles y tratables de ellos como animales domésticos. Cuando nos va bien son encantadores, cuando nos conviene o se nos tuercen los procedimientos en los que fundamentamos nuestra supremacía, nos los cargamos sin piedad alguna. Y están hartos, muy hartos, de ahí que en un universo paralelo se hayan hecho con el control de Ornitorincón, un programa de entrevistas en el que a partir de ahora se van a contar las cosas tal y como son, la realidad tal y como es, donde los que hablan, opinan y preguntan son las ovejas, las vacas, los perros y las gallinas.

Una propuesta original, firmada por Hermanas Picohueso, fundamentada en una sólida producción escenográfica en la que combinan la realización audiovisual en riguroso directo con hasta tres cámaras, y las manualidades con que surgen a la vida Dolly, Laica y Excalibur, y a la tridimensionalidad los lugares que visitan. Desde un punto de vista técnico resulta excitante asistir al nervio y el dinamismo que este despliegue les exige a Lluki Portas, Diego Ingold, Marc Homar y Gal·la Peire. Visto así, Excalibur y otras historias de animales muertos resulta teatro artesano, no hay un back stage, no solo asistimos a una representación, sino también a su propia producción técnica.

A nivel narrativo sus deslenguados personajes son tan irónicos con los acontecimientos que relatan como ácidos en sus relaciones entre sí. Entre frase y frase recuerdan cómo fue que se hicieron famosos, por ser clonada, enviada al espacio o sacrificado por convivir con una contagiada con el virus del Ébola. Un maltrato que han convertido en la mala leche con la que nos cuentan lo que no sabíamos, con la verdad que la oficialidad había escondido y pisoteado para mantener el status quo de su poder y protagonismo.

Su verbo deslenguado y procaz imprime un ritmo acelerado a su función, a lo que se une la velocidad con que los actores tras ellos combinan sus roles de interpretación y producción. Una unión muy bien orquestada, aunque en algunos pasajes se ancla en su truco, pero que en cualquier caso no se ve perjudicada por ello, haciendo que la risa, la frescura y la originalidad estén siempre al mando de su timón. Una nave teatral que algunos considerarán ecologista y animalista, pero en cualquier caso muy creativa y merecedora de ser visitada y disfrutada.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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