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23.11.2021 Críticas  
Pedazos de una vida

Los Teatros Luchana de Madrid nos acercan una obra impecable: Helsinki. Asistimos al estreno de la segunda parte de la Trilogía Roma del dramaturgo y escritor David Barreiro, con dirección de Olaya Pazos, que nos lleva a un piso de Helsinki a acompañar a Ana y Marcos durante tres años de relación.

“Odio esta casa, la odio. Era nuestro refugio, pero se convirtió en nuestra cárcel.” Esta cita de Helsinki no podría ser más actual, aunque no habla de la época COVID sino de otro tipo de aislamiento, el de una pareja de que se aleja hasta no conocerse.

La obra comienza con Ana (Mariona Tena), que ha conseguido un empleo de investigadora en Helsinki, y su marido Marcos (Pablo Castañón), periodista en paro que aspira a escribir su primera novela en su nueva casa finlandesa. Entrando, saliendo, pasando tiempo en su comedor con su ventana siempre abierta (una preciosa proyección que demostraba el paso del tiempo y la dureza de Helsinki) vivimos tres años con ellos, porque, honestamente, es fácil convencerse de que los conoces, de que son una pareja de amigos y eres parte de su vida.

Dentro del primer año somos testigos de un amor entrañable y divertido y, según pasa el tiempo, aparecen gestos que delatan un creciente desinterés, una incipiente distancia emocional. Cuando Marcos decide empezar a trabajar dejando a un lado su novela comienza un camino hacia la frustración y el abandono de una vida idealizada.
Según avanza la obra, vemos como lo cotidiano empieza a hacer mella en una pareja cansada por la vida en un país complicado, la falta de la familia y amigos y las expectativas. La generación española que vio su vida marcada por la crisis verá su realidad o las de sus amigos cercanas reflejada durante estos años.

La frustración de él como escritor, la eterna búsqueda de ella como investigadora, todo en un clima hostil y en un época vacía de oportunidades hace que, como comenta Marcos, aparezca un nuevo personaje, la desconfianza, que se instala a vivir en el cuarto de invitados (con el colchón aún en el plástico después de tres años) y ya no hay mucho que hacer.

Helsinki es una obra es más que recomendable. Olaya Pazos a la dirección y David Barreiro en la dramaturgia, constituyen un equipo imparable. No es la primera vez que trabajan juntos y se nota. El ritmo que influyen en la obra es intachable y no decae en ningún momento. Así, el tándem nos presenta una historia en escena que absorbe y que, a su vez, se nos hace corta. Sin duda, David Barreiro hace absoluta magia con las palabras y situaciones, apilándolas una sobre otra como un castillo de cartas precario a la espera de una ventana mal cerrada, culminando en una escena que es poderosa por suave, sutil y familiar.

Los intérpretes, Mariona Tena (Gran Reserva, Seis Hermanas) y Pablo Castañón (El Secreto de Puente Viejo, La Reina del Sur) son ya veteranos en su oficio y se nota. Se nota en la dicción (música para los oídos), el lenguaje corporal, la pasión, a ratos desbordada, a ratos contenida, pero siempre presente. Se nota, sobre todo, en esa escena final que no deja ojo seco en la sala.

Recomendadísima obra para aquellos que busquen el teatro delicado, de palabras y emociones. En el escenario del Teatro Luchana de Madrid hasta el 7 de enero no encontrarás artificios ni grandes escenarios, sino una historia de amor y el reflejo de una generación precaria y exiliada que añora sus raíces. En su simplicidad, Helsinki nos toca el alma.

P.D.: No olvides mirar sobre la mesa a la salida de la sala, hay una última flecha al corazón.

Crítica realizada por Ariadna Ortega

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