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23.11.2021 Críticas  
No hay dos sin tres

El humorista Goyo Jiménez regresa a la capital española para representar la tercera parte de su exitoso espectáculo en el que compara el glamuroso estilo de vida de los americanos con el de los españoles. Con Aiguantulivinamérica 3 consigue, sobre las tablas del Teatro Capitol de Madrid, que alcancemos el éxtasis a golpe de carcajada en estos duros tiempos que corren.

La gran estrella de la trilogía Aiguantulivinamérica no es otro que el humorista y guionista Goyo Jiménez. Él se entrega totalmente al escenario con una pasión perfectamente palpable para sorprender de nuevo a los espectadores/as y demostrar que el humor se puede utilizar como mecanismo para enfrentarnos a la incertidumbre actual; reteniendo el miedo y la angustia durante, al menos, las dos horas que dura el espectáculo. Un monólogo que tiene como trasfondo el ensalzamiento de los americanos y, a su vez, una crítica a la manera de actuar que tenemos los españoles. Esa mirada hacia nuestra forma de ser en la que predomina la risa y que también nos hace reflexionar sobre temas tan importantes como la adopción animal o el feminismo. Aquí radica parte de la diferencia de Goyo Jiménez con otros humoristas: no deja de provocar carcajadas que hacen que te duela la mandíbula y, al mismo tiempo, logra que determinados mensajes no pasen desapercibidos dentro del guión. No olvidemos que la risa nos acerca a la felicidad pero también es un arma poderosa para cambiar el mundo.

Por otro lado, me gustaría destacar la capacidad de improvisación que tiene; de qué manera hace un despliegue de imaginación e ingenio para salir airoso de cualquier situación. A pesar de haber asistido a varios de sus espectáculos, no dejo de admirar su capacidad para convertir cada función en algo único e irrepetible. No desvelo nada más sobre el contenido de Aiguantulivinamérica 3 porque es mejor saber poco y sorprenderse mucho.

Goyo Jiménez llena el escenario de vitalidad. A él no le hace falta una escenografía muy sofisticada, ni una iluminación excesivamente elaborada. Goyo Jiménez se enfrenta solo al público y, utilizando un taburete, un micrófono y una pantalla sobre la que se proyectan imágenes o vídeos, consigue llenar todo el espacio con un maravilloso texto al que añade alguna que otra improvisación que dota de frescura al espectáculo. Y es que no se necesita nada más. El minimalismo escénico hace que centremos toda nuestra atención en este polifacético humorista del que me declaro admiradora absoluta.

La pandemia nos ha demostrado lo necesario que es el sentido del humor para mejorar nuestra salud física y mental y, entre sesión y sesión de psicoterapia, ¿por qué no invertir en un espectáculo así de beneficioso?.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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