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22.11.2021 Críticas  
La noche queda para quien es

La lluvia amarilla es un espectáculo basado en la novela homónima de Julio Llamazares que Jesús Arbués adapta y dirige sobre las tablas del Teatro Español de Madrid para recuperar el recuerdo de todos esos pueblos que están a punto de desaparecer de los mapas.

La acogedora Sala Margarita Xirgu del Teatro Español, presenta el retrato del drama de lo que actualmente llamamos la España vaciada. A través de la historia de Andrés, el último habitante de Ainelle en el Pirineo Aragonés, somos testigos del fenómeno de la despoblación que representa a todos aquellos lugares desprotegidos que han ido desapareciendo poco a poco. Actualmente, el tránsito de la novela al teatro es una práctica frecuente en la que, a lo que mi experiencia se refiere, las satisfacciones han superado con creces a las decepciones y La lluvia amarilla confirma la tendencia. Estoy frente a un caso en el que admiro los resultados obtenidos, y así lo quiero manifestar, porque esta creación es capaz de traspasar el escenario y permitir un dialogo integral que palpa la reflexión analítica y la vivencia emocional, impactando de una manera extraordinaria sobre los espectadores y espectadoras.

La obra está representada por Ricardo Joven y Alicia Montesquiu, dos grandes figuras que demuestran su perfecta complicidad sobre las tablas y que constituyen unos de los puntos fuertes de La lluvia amarilla. Ambos forman un elenco de lujo que con su sola presencia dan a esta fiel adaptación de la novela una dimensión única y especial. Joven toma el protagonismo en un papel pensado para él, o así lo parece porque lo borda. Es admirable cómo logra hacerse con la historia y cómo implica al público que se rinde ante una actuación portentosa que dota de voz y movimiento algo que no se antoja fácil. Demuestra su capacidad para memorizar y trasladar a escena una tragedia que sobrecoge al público en sus butacas.

Estupenda también Montesquiu que conduce y marca el tiempo de la obra. Con un papel más breve pero que resuelve notablemente va creando diferentes espacios a través de la música hermosamente interpretada por ella misma. En algunas ocasiones se pone en la piel de la mujer del protagonista mientras que, en otras, ejerce de narradora de la historia de manera fiel a la novela.

Grandísimas interpretaciones que deben ser vistas desde las primeras filas de la pequeña y acogedora sala Margarita Xirgú, un lugar que añade un punto de originalidad a la representación y que propicia cercanía, mayor conexión e intimidad entre los actores y el público.

Otro punto fuerte es la sobria pero eficaz escenografía y el brillante trabajo de iluminación en el que Sergio Iguacel cuida hasta el más mínimo detalle. Luces que dotan de intensidad cada movimiento y que nos permiten sentir más de cerca las emociones que tienen lugar sobre las tablas. Qué bien utilizados todos los recursos audiovisuales que nos permiten sumergirnos directamente en un lugar condenado al olvido.

En definitiva, una propuesta necesaria e interesante en la que Jesús Arbués ha logrado recoger el alma de la novela de Julio Llamazares y que cobra una dimensión especial gracias al trabajo de sus actores. Recomendable tanto para quienes descubran esta historia por primera vez como para quienes ya hayan saboreado las páginas del escritor leonés.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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