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19.11.2021 Críticas  
Sensual y barroca

Se llena el Teatro Real de Madrid de barroquismo y sensualidad. Parténope, ópera de Georg Friedrich Händel, nunca antes representada en el Real, en una versión que deslumbra por el virtuosismo de sus cantantes y por la puesta en escena. Una velada de delicado voyeurismo en los años veinte.

Parténope es una ópera estrenada ni más ni menos que en el 1730. Händel se basó en el libro homónimo de Silvio Stampiglia, en el que se relataban los avatares amorosos y militares de Parténope, Reina de Napoles. Una Reina juguetona, sensual y algo caprichosa, que a la vez que lidia con sus ejércitos y generales juega al peligroso y altamente enriquecedor juego del amor, dejándose querer por ellos y levantando pasiones en ellas.

Se clasifica a esta ópera bastante desconocida por el público patrio, como una ópera a medio camino entre la ópera seria y la ópera más desenfadada. Cierto es que su estructura de enredo y vodevil la podrían etiquetar de ópera cómica, pero su increíble dificultad musical y las inauditas arias la llevan más al terreno de la ópera seria. Lo que sí es evidente es que estamos ante una ópera de esas en las que cuesta entrar al principio, pero en la que poco a poco el virtuosismo nos atrapa y ensalza.

La propuesta que llega al Real es la de Christopher Alden, que ubica la acción en un París de los años 20, en una velada en la que Parténope ejerce de anfitriona, donde se bebe, se juega a las cartas y por encima de todo se juega a la seducción. Entre los asistentes, amantes de Parténope, parejas de esos amantes escondiendo su identidad y su género. Un divertido embrollo aderezado con la excelsa música barroca interpretada magistralmente por la orquesta y dirigida por un maestro más que ducho en esas lides como es Ivor Bolton.

La escenografía es inmensamente blanca, espaciosa y límpida. Un majestuoso salón con una bella escalinata. En el segundo y tercer acto veremos la trasera de ese salón, incluso el retrete, que jugará un papel imprescindible en la trama. Todo es elegante y sensual, atractivo. En esa casa reina Brenda Rae como Parténope. Brenda Rae tiene no solo el físico y la erótica requerida para la propuesta, no solo eso, sino que su voz es espectacular al servicio de la endiablada partitura. Grande y excelsa. A la zaga le siguen un equilibrado reparto, en el que brilla especialmente por su agilidad tanto física como vocal el contratenor Anthony Roth Costanzo, que es capaz de embelesar al respetable entonando encaramada a una escalera, o en una sublime escena donde baila claqué al ritmo de Händel para terminar tocando las castañuelas. Una licencia más que respetable y bien recibida por el público del Real. Destacar también al contratenor Iestyn Davies como Arsace, en un papel de sufridor y confundido amante. No se quedan atrás Jeremy Ovenden, Nikolay Borchev o Teresa Iervolino en ese papel que confunde los géneros y los deseos.

No es Parténope una ópera fácil, su larga duración más allá de las tres horas provocó alguna deserción en el patio de butacas, pero los que nos dejamos seducir por la sensualidad que despierta el inconfundible sonido del barroco, disfrutamos de una noche de alta carga sensual, entre fotos de Man Ray, miradas de deseo y un duelo final de lo más colorido.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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