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19.11.2021 Críticas  
Un canto a la comprensión y al valor

Desde el jueves 18 de noviembre, y en 4 únicas funciones, el Teatre Nacional de Catalunya en Barcelona presenta A Man of Good Hope. Un espectáculo musical de la compañía sudafricana Isango Ensemble que muestra la realidad que sufren los refugiados para encontrar un lugar seguro donde vivir.

A Man of Good Hope es un espectáculo musical con autoría de Isango Ensemble (a partir del texto de Jonny Steinberg) que cuenta la historia de Asad, un niño huérfano de ocho años que lucha por tener una vida digna en un mundo que hace todo lo posible para que no sea así. Una obra que nos acerca una realidad a la que Europa lleva muchos años dándole la espalda: África, los inmigrantes y los refugiados.

La compañía de Ciudad del Cabo se define como un vehículo para dar voz a una de las partes más despojadas del mundo a través de un teatro de calidad e inherentemente sudafricano. Sus montajes, que a menudo se representan en más de un idioma y tienen un fuerte componente musical, han estado en cartel durante mucho tiempo en el Young Vic y en el Hackney Empire de Londres y han estado presentes tres temporadas en el West End, aparte de realizar giras por EEUU, Australia, Japón, Nueva Zelanda y buena parte de Europa. Actualmente, Isango Ensemble está formada por un total de 22 intérpretes.

La obra que nos presentan, y que pisa con fuerza el escenario del TNC, presenta una historia que nos desgarra el alma al chocar contra el muro de las fronteras y las mentes cerradas que viven tras ellas. PERSONAS, y digámoslo en mayúsculas porque a veces parece que se nos olvida, que sufren en sus países de origen por estar sumidos en la pobreza, en guerras o, simplemente, por ser perseguidos/extorsionados en relación a sus creencias. Estas personas tratan de sobrevivir como pueden y eso hace que, en muchas ocasiones, decidan emprender el viaje más duro de su existencia dejando atrás toda su vida y familia para aventurarse en encontrar una vida mejor.

A Man of Good Hope es una pieza importante no sólo para la compañía Isango y para Sudáfrica sino para el mundo entero, puesto que habla de una de las crisis más significativas a las que hemos tenido que hacer frente a nivel mundial en los últimos tiempos: la de las migraciones económicas y refugiados. Interpretado al estilo característico de la compañía, esta pieza musical teatral es un grito a la comprensión y la compasión.

La obra ejemplifica crudamente esta situación en la vida de Asad. Una vida que se nos presenta sin tapujos, sin filtros, para dejarnos clara la situación que miles de refugiados sufren cada día. La idea: personificarnos en su figura y entender de primera mano qué estados y situaciones tienen que soportar los migrantes frente a los «menos desfavorecidos». Una situación de doble filo, ya que cuando empiezan a mejorar su situación, la envidia y la rabia llena a muchos de los locales quienes les ven, en todos los sentidos, como ladrones. Una situación que les hace huir de nuevo en pro de encontrar su idealizado futuro.

La dirección de Mark Dornford-May es perfecta para entender lo que el texto de Jonny Steinberg nos quiere mostrar. Una dirección pausada, bien detallada, con grandes momentos explicativos que nos sitúan en la acción para, más tarde, mostrarnos escenas que nos remueven por dentro. Destacar los muy bien hilados momentos en los que la edad del personaje principal cambia y como la compañía realiza el cambio de actor/actriz principal. No quiero olvidar también la funcional y sencilla escenografía cuyo atrezo, justo y necesario, nos hace ir más allá de lo que se nos muestra.

Destacar también la música en directo creada mediante 6 marimbas de diferentes tonalidades. La conjunción que se crea junto a los silencios y el canto coral de la compañía al completo (voces celestiales que nos dejan sin palabras), hacen que entres en su mundo desde el primer minuto. Una música que nos atrapa rápidamente y que nos sitúa en el país. Que cambia constantemente dependiendo de la situación que se vive en escena y del país que se representa. Una música en continuo avance pero siempre en pro de la historia. Junto a ella, palos, cubos de basura y alguna que otra losa, ayudan a crear los efectos sonoros son necesarios para la historia. Un asombroso trabajo orquestado por Mandisi Dyantyis y Paulina Malefane.

La coreografía creada por Lungelo Ngamlana es exquisita. Como la música, está al servicio exclusivo de la historia y, en ocasiones, podemos disfrutarla de forma muy sutil. Destacar los perfectos momentos corales de baile que ejemplifican perfectamente el tipo de baile sudafricano y, que en ocasiones, varían dependiendo de la región en la que se representa la historia. Un lujo disfrutar de cerca de la cultura mediante sus bailes.

En resumen, A Man of Good Hope es un cuento contado con sentido del humor, con una música maravillosa y, sobre todo, con una humanidad desbordante. Una obra llena de fuerza, alegría y vida que trata temas muy serios y de problemas que son una crisis para la humanidad pero que, aun así, lleva por bandera el no perder la esperanza. Y así lo sentimos desde la butaca cuando la totalidad de la platea del TNC se pone en pie en los primeros saludos finales.

Crítica realizada por Norman Marsà

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