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02.11.2021 Críticas  
Los tiempos no cambian

A mediados del siglo pasado Arthur Miller escribió una obra cumbre del teatro. Una dura crítica al capitalismo americano reflejado en la figura de Willy Loman, un sexagenario y agotado viajante que se enfrenta a los sueños frustrados. El Teatro Infanta Isabel de Madrid acoge ahora un montaje de Muerte de un viajante protagonizado por Imanol Arias.

Llevar Muerte de un viajante a las tablas es enfrentarse a un peso pesado de la dramaturgia americana. El texto es tan poderoso, la historia tan bien contada, los sentimientos tan a flor de piel. Orgullo, mentira, sueños no cumplidos, esfuerzos no recompensados. Capitalismo que ahoga a la clase trabajadora. Una familia en Nueva York, terminando de pagar una hipoteca de veinticinco años, intentando vivir el sueño americano. Un hombre, Willy Loman, un viajante que se ha dejado la vida con sus muestrarios por toda Nueva Inglaterra y que ve, como nada de lo que había soñado se cumple. Como su familia no es la que quería, el dinero sigue escaseando y las fuerzas le fallan, aunque su testarudez le impida poner alguna solución cuerda al asunto.

Siempre es reconfortante encontrarse compañías y productoras que se arriesguen a programar los grandes títulos del teatro del último siglo. Cierto es que los tiempos que corren hacen que las producciones sean modestas y escatimen en detalles que terminen de redondear la propuesta. Esto quizá es lo que adolece el montaje que se presenta estos días en el Infanta Isabel y que dirige Rubén Szuchmacher. El texto es tan poderoso, que hay algunas decisiones escenográficas y de dirección que en vez de sumar, restan al montaje. Dejando atrás esos detalles, la función se disfruta por el buen hacer de un elenco equilibrado y capitaneado por un gran Imanol Arias, que consigue irritar a la platea en la personificación de ese pobre y testarudo Willy Loman. A la vez que consigue irritar por ese orgullo desmedido, consigue enternecer en una de las escenas más duras del montaje, cuando se enfrenta a su jefe y termina despedido. Le viene a Imanol Arias como anillo al dedo el personaje. Se disfruta de principio a fin.

El resto del elenco suma al buen hacer de Imanol. Empezando por Cristina de Inza, entregada esposa, sufridora e incapaz de entender la última decisión de su marido. Jon Arias se luce en el complicado papel del hijo mayor. Un incomprendido e inadaptado joven, con traumas y conocedor de un secreto inconfesable. Sus escenas son de alta tensión. Carlos Serrano-Clark en el papel del hermano pequeño, que no sabe como hacer por reconciliar a la ya de por si rota familia. La función se sustenta también en las versátiles interpretaciones de Jorge Basanta y Fran Calvo, que mutan a la perfección en distintos personajes claves para entender el sufrimiento del protagonista.

Muerte de un viajante se disfruta sin sobresaltos, da lo que se espera de ella, si bien se queda un poco por debajo de la excelencia que se le supone. Aun así es una muy buena oportunidad para acercarse a una historia que no parece escrita hace más de medio siglo.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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