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15.10.2021 Críticas  
El teatro no es lo más importante

Voltaire es un espectáculo con dramaturgia de Juan Mayorga y dirección de Ernesto Caballero producido por Teatro Urgente sobre las tablas del Teatro Quique San Francisco de Madrid. La obra aborda una conversación que transcurre en torno al tema de la tolerancia y lo intolerable que nos hará pensar.

Por la forma de narrar las cosas, Teatro Urgente logra reunir filosofía y teatro sobre las tablas para que el público se mantenga atento a los diferentes argumentos que tienen lugar en escena; sin sentenciar ni moralizar, poniendo en duda toda aquella realidad abordada que pretende hacernos reflexionar sobre lo que se está presenciando. Me entusiasma cuando el teatro, además de entretener, también implica una introspección y un análisis de los propios pensamientos.

La obra parte de tres textos de Teatro para minutos, de Mayorga. A lo largo del espectáculo se plantean tres encuentros diferentes de varios personajes cuyas decisiones fluctúan entre la tolerancia y el fanatismo, o lo que es lo mismo, entre la voluntad de comprender al otro y la testarudez de lo inadmisible. El elenco que da vida a esos personajes está formado por Karina Garantivá, Tábata Cerezo, Alberto Fonseca y Pablo Quijano, todos ellos han sido asesorados en la interpretación por la fabulosa Fernanda Orazi. Un reparto excelente en el que merece la pena destacar la química y buena sintonía existente porque da gusto ver a cuatro intérpretes tan bien compenetrados que llevan Voltaire a escena con asombrosa naturalidad y precisión. Mención aparte merece la espectacular actuación de la colombiana Karina Garantivá, se deja la piel para invitarnos a practicar el arte de la escucha activa.

Entre todos logran que el ritmo no decaiga en ningún momento aunque el mérito de este asunto también radica en el dinámico y prácticamente vacío espacio escénico que nos traslada de un lugar a otro sin la necesidad de grandes despliegues que nos distraigan de lo verdaderamente sustancial. Todos los aspectos técnicos se complementan a la perfección porque el conjunto visual ayuda a adentrarse en estas tres piezas y matiza las emociones que surgen de la necesidad de seguir los diálogos y analizar los argumentos de los personajes. La iluminación cumple divinamente su función, Paco Ariza dota de fuerza e importancia cada entrada y salida, cada movimiento escénico mientras que la música refuerza este profundo montaje en el que está muy bien aprovechada la inmediatez del medio para hacernos llegar con delicadeza y frescura hasta el fondo de la cuestión.

En definitiva, Voltaire, además de entretener, tiene beneficios para nuestro pensamiento crítico debido en gran parte a la experiencia emocional a la que nos exponemos cuando acudimos a un espectáculo de estas magnitudes.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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