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13.10.2021 Críticas  
Un indiano vuelve a casa

Los Gavilanes de Jacinto Guerrero llega al Teatro de la Zarzuela de Madrid, con Jordi Bernàcer en la dirección musical y Mario Gas dirigiendo el libreto de José Ramos Martín.

Juan (Juan Jesús Rodríguez) vuelve a su ciudad natal tras 22 años “en las Indias” haciendo fortuna. Todo el oro y el desparpajo del indiano obnubilan a familiares y amigos que no se despegan de este foco de bonhomía atribuida, pues las intenciones de Juan son otras.

Ya en la descripción de personajes del programa podemos hacernos una idea de lo que nos vamos a encontrar en esta breve zarzuela: “indiano rico”, “viuda pobre”, “hija de”, y es que el machismo de esta zarzuela de tres actos y cinco cuadros, con un libreto hecho a la medida de los intérpretes masculinos, para si lucimiento y vitoreo (como ocurre en las representaciones) es claro, y me hace fruncir la nariz. Se que una vez que uno se pone las gafas violetas comienza a ver lo que le rodea de otra forma, y por mucha contextualización de cuándo fue creado el libreto, que describa una sociedad rural, y que realmente los roles de ricos y pobres poco han cambiado, aquí la dirección es crucial y Mario Gas ha puesto el piloto automático sin adaptar, criticar o revisionar un ápice el original, hasta donde puedo comprobar.

La dirección del personaje de María José Montiel, Adriana, antiguo amor de Juan y madre del capricho de Juan, Rosaura (Marina Monzó); es un claro ejemplo del desinterés y la desidia en proponer al público un personaje que no se doblega, digno y con poder. En escena aparece una mujer vocinglera, desquiciada, y sumisa, desentonada del resto del elenco, rozando la enajenación. Luego hay aplausos y bravos en los saludos finales, pero estos no los entiendo ya que la interpretación aqueja de una terrible dirección.

Que el pueblo termine abroncando al indiano, y que haya hasta un enfrentamiento entre dos Pecho Palomos, Juan y Gustavo (Ismael Jordi), cuyo amor por Rosaura tampoco tiene desarrollo alguno ni se entiende; con ese mensaje de que el amor no se compra con dinero, es una contrariedad, porque la amistad, las influencias, y las simpatías si que son valoradas económicamente y con collares y diamantes.

Los Gavilanes es una zarzuela atropellada, torpona, sin desarrollo de los personajes, con elipsis cruciales, y 100 minutos que se hacen pesados. Tiene afán de popularidad, con canciones que parecen estribillos, de tanto repetirse, y coros muchos coros cantados hacia la audiencia. La comparación en el programa con La verbena de la Paloma y La del manojo de rosas es infundada y odiosa, ya que al menos en ambas, la tradición no fue trasladada al escenario en pasadas temporadas con un carácter tan tradicional mal, sino con un anacronismo simpático del que ya hemos aprendido.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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