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09.09.2021 Críticas  
Matarás a tu padre y yacerás con tu madre

Tras su estreno en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, el Edipo de Paco Bezerra dirigido por Luis Luque llega al Teatro Español de Madrid en un montaje que pretende impactar tanto por la intensidad de su tragedia como por el esteticismo de su escenificación.

Si algo tienen las historias clásicas es su promesa de ficción segura. Si después de tantos siglos seguimos leyéndolas y reinterpretándolas es por la atemporalidad y la universalidad de sus argumentos y personajes. Su análisis sobre el hecho de la condición humana, de qué es lo que nos eleva, pero también de lo que nos traiciona, trasciende su literatura y nos atraviesa en su lectura. Nos llegan hoy tan hondo como a cuantos se han acercado a ellas desde el momento en que fueron concebidas y dadas a conocer. Un ejemplo claro de ello es el Edipo Rey de Sófocles, representado por primera vez en torno al 429 a. C., mito que Paco Bezerra ha hecho suyo dándole el subtítulo de A través de las llamas.

Una escritura que, con un acertado acentuamiento de su lirismo, destila la historia del Rey de Tebas dando así un mayor empaque poético a cuanto rodea y le sucede al protagonista de una tragedia tan perversa como dolorosa, amplificada por su desconocimiento del papel que él mismo jugó -mató a su padre-, y aún sigue desempeñando en ella -se casó con su madre-. Una apuesta por su intimidad, emocionalidad y sensibilidad que se ve traducida en una puesta en escena dominada por el azul Klein que tiñe su vestuario y la linealidad de su escenografía minimalista, así como por la lógica frialdad de la iluminación diseñada por Juan Gómez-Cornejo y la continua y envolvente partitura musical de Mariano Marín.

Un diseño visual que impacta pero que segundos después se desdibuja. De un lado, recuerda en exceso, tanto que parece una variante, a Las criadas, la anterior dirección de Luis Luque, cuyo vestuario y escenografía corrieron también a cargo de Almudena Rodríguez Huertas y Mónica Boromello. Y por otro lado, la altura de caja escénica de la sala principal del Teatro Español y el empaque carmesí de su tapicería y el dorado de su marquetería chocan contra él, dificultando la ilusión de adentrarnos en su realidad desde el patio de butacas. Me pregunto si el lugar idóneo para este Edipo no hubiera sido en las Naves del Español, escenario que se presenta como un lienzo en blanco para quienes han de trabajar en él. Aunque puede ser que esto hubiera exigido construir una nueva escenografía acorde a sus dimensiones, un coste de producción que Pentación Espectáculos presupongo se ha evitado al servirse de lo ya construido en Mérida para el emplazamiento programado.

Centrándonos en lo humano, el uso de las máscaras (Asier Tartás Landera), el movimiento escaleras arriba y abajo y las coreografías (Sharon Fridman) que realizan Jonás Alonso, Mina El Hammani, Álvaro de Juan, Jiaying Li, Alejandro Linares, Andrés Picazo y Julia Rubio son uno de los elementos más atractivos del montaje. Su plasticidad enriquece la narración y hacen que esta resulte emocional antes que prosaica, lo que sin duda es un medio para conseguir la conexión con el espectador. Ahora bien, esta cuenta con un elemento disruptor, la videoescena (Bruno Praena), que como complemento escenográfico bien, pero ¿no es excesivo utilizarla como elemento narrativo? Lo puedo entender en un concierto para camuflar los cambios de vestuario, pero en el teatro soy de los que espera que la acción esté encarnada en voz y presencia, no en proyecciones o reproducciones.

Que la imagen es la apuesta de Luis Luque queda claro desde que sube el telón, con la soledad de la presencia escultórica de Alejo Saura y su marmórea carnalidad atrayendo nuestra mirada mientras el elenco ya señalado ejerce de coro en una suerte de atractiva danza mímica. Una intención que sigue en cada una de las escenas cuando la palabra entra a formar parte de la representación. Sin embargo, mientras la belleza de lo escrito por Paco Bezerra queda ensalzada por una expresión diáfana, sin traza alguna de declamación o apostura clásica, al tiempo queda limitada por la linealidad tonal con que es transmitida, como si cada uno de los cuadros teatrales fuera trabajado en base a la intensidad de la emoción que lo domina y no a la confluencia, confusión y zozobra de cuantas confluyen en todos y cada uno de ellos. La combinación de regicidio, incesto, poder supremo e intervención divina a cada paso da para mucho más de lo que muestra este Edipo. A través de las llamas.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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