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25.06.2021 Críticas  
Evasión y autoconocimiento en un obrador industrial

La Gleva Teatre acoge el debut sobre las tablas de Carnicera, obra de Javier Daulte escrita en pandemia y que juega con la incertidumbre que suscita ahora mismo cualquier pretexto conspiranoico. David Teixidó dirige con buen pulso una propuesta que transita entre la comedia y el thriller ¿fantástico? y traslada el talante y estilo de un autor a un elenco inspirado y cómplice.

La presencia de Daulte en nuestra cartelera es siempre motivo de alegría, más todavía cuando la pieza en cuestión ha sido concebida para su estreno en la casa. Carnicera resulta un ejercicio interesante de un dramaturgo que mantiene unas señas de identidad reconocibles y adictivas desde su descubrimiento hará más de dos décadas. Adaptadas tanto a los requerimientos del espacio como del momento actual, no podemos más que aplaudir y celebrar la coyuntura de esta visita. Para el público, la proximidad ante semejante pieza resulta un gran valor añadido, algo que aquí se convierte en una experiencia prácticamente inmersiva. Las piezas del autor son un juguete escénico que disfrutaremos más y mejor en función de nuestra capacidad para dejarnos engatusar. La propuesta que nos ocupa no es una excepción y nuestros compinches de recreo son grandes preceptores de semejante artefacto.

Daulte nos sitúa en un obrador industrial de carne. Allí conoceremos a Porcia y su solitaria rutina como manipuladora de alimentos. Una carnicera que desde lo cotidiano pasará a reconocer una presencia que, progresivamente, se manifestará de modo inquietante para ella y que, por supuesto, propiciará y desencadenará un engranaje de personajes y situaciones que nos llevarán a una reflexión lúdica y profunda al mismo tiempo. Sobre los mecanismos generadores de miedo por parte de un otro a veces invisible y a veces perpetrador del poder dominante. La alteración genética de la carne en tiempos post-pandémicos no deja de ser una habilidosa manera de evidenciar también esa constante reflexión que debería estar presente (como aquí) en la propia naturaleza de un proyecto escénico y que no es otra que hablar, desde la propia naturaleza y lenguaje interno de las propuestas, de su porqué con respecto a la sociedad a la que representa y se dirige.

Dicho esto y, una vez más, cuanto menos se sepa del contenido de la obra antes de entrar a disfrutarla mejor para las personas asistentes. Sí que diremos que Teixidó ha entendido más que bien las necesidades y requerimos de la pieza para su puesta en escena. Sumergiéndose en lo extravagante del planteamiento inicial y su posterior desarrollo, el director consigue construir un todo rebosante de un sentido interno muy bien tramado. Nos acompaña, así como a los intérpretes, en todo momento. Cuando nos parezca que ya estamos situados siempre dará con el click necesario para que mantengamos un extrañamiento constante sin ahorrarnos ni la diversión ni la reflexión inherentes al texto. De pronto y al mismo tiempo. Este sería el modo como suceden las cosas en esta representación. Una comedia que es una historia de misterio que es un reflejo de las paranoias provocadas por los barrotes mentales e ideológicos que nos definen. La convivencia genérica se revela con éxito y la contemporaneidad surte efecto a partir tanto de la simultaneidad como de la superposición de las capas narrativas.

Esto se ha traslado al trabajo con los intérpretes. Isabel Rocatti lidera el primer tramo de la función con una naturalización excelente para que lo artificioso parezca espontáneo y la verosimilitud lo embargue todo. Realmente lleva las riendas de su personaje de principio a fin y de sus reacciones depende en gran parte el éxito del resultado final. Nos gusta ver en la pareja de «científicos» buscadores de una verdad única y aplastante formada por Carla Tovias y Ramon Pujol el reverso chistoso de sus compañeros de profesión y protagonistas de 4D Óptic. Como entonces, su trabajo físico y adecuación a los requerimientos de la propuesta es impecable y mudan de registro con una aparente facilidad (ojo a las conversación de Pujol a través de la emisora) que a la vez mantiene algunos rasgos característicos para que sigamos el hilo con la ilusión de ser nosotros los que hacemos los descubrimientos cuando en realidad son ellos unos conductores de excepción. A su vez, Agustín Daulte borda un personaje construido especialmente a partir de los prejuicios del resto para, progresivamente, mostrarse tal y como es a pesar de toda la trama y el desarrollo del argumento. Un cuarteto muy afinado.

La escenografía de Sergi Corbera y el diseño de luces de Pau Montull aprovechan e recogen las posibilidades del espacio para incluirnos dentro del espacio figurativo del obrador industrial. En este caso, no se trata tanto de construir un armatoste escenográfico como de conseguir usar los mínimos elementos para evocar e incentivar la imaginación aprovechando con acierto las propias entradas y salidas del recinto y utilizándolas con ingenio, creatividad y fantasía. Elementos indispensables que se expanden en la iluminación, necesaria para crear atmósfera dentro y fuera de los géneros convocados y para unos oscuros que se convierten en facilitadores del cambio situacional tanto para los personajes como para que la ilusión de los asistentes se crée y mantenga en todo momento.

Finalmente, aplaudimos de nuevo la presencia de Daulte en nuestro panorama escénico. Autor influyente en muchos e igualado por ninguno que aquí se ríe incluso de sí mismo y se une a un equipo artístico de primer nivel para defender un cóctel mucho más importante de lo que pueda parecer en ocasiones: la evasión mediante el autoconocimiento y viceversa. Realidades paralelas en escena que son reflejo de los tiempos narrativos y vitales de unen lo que sucede dentro y fuera de la representación para aquellos espectadores que todavía sienten la necesidad de jugar cuando se acercan a un espacio teatral. Aquí encontramos a unos profesionales que hacen lo propio y se lanzan a una aventura que transforman en algo francamente disfrutable. A reivindicar, ahora que está de moda aplicar el término «distopía» para todo, que Daulte ha escrito las mejores réplicas dramáticas al termino mucho antes de que ninguno supiéramos de su existencia. Aquí va una más. ¡Bravo!

Crítica realizada por Fernando Solla

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