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14.06.2021 Críticas  
Bajo la escalera

Chevi Muraday une teatro y danza en Le Plancher, creación escénica sobre cómo sobrevivir en un mundo que aísla, juzga y condena a las personas con enfermedades mentales. Un espectáculo que interpreta junto a Inés Valderas en el Teatro Galileo de Madrid.

La diferencia se paga. Y con creces. O eres envidiado o despreciado. Las personas que sufren algún tipo de trastorno psiquiátrico están en el segundo caso. A la incomprensión le sigue la vergüenza, y posteriormente el maltrato físico y psicológico. Si su punto de partida ya está mucho más atrás que el de la mayoría, la negación de cualquier oportunidad supone poco menos que negarles la vida. Al menos en las categorías de dignidad, plenitud y libertad que se le supone a cualquier ser humano.

De eso trata Le Plancher, una obra inspirada en un hecho real que tuvo lugar en Francia a principios de la década de los 70, posteriormente convertido en una novela por Ingrid Thobois (Le plancher de Jeannot) y a partir de la cual Chevy Muraday (como director y coreógrafo) y Juan Carlos Rubio (como dramaturgo) han aunado narración y expresión emocional. Palabras para guiarnos y movimientos para introducirnos en la realidad de un joven de 33 años que, tras la muerte de su madre, pidió ser encerrado bajo la escalera de su casa.

Moriría en pocas semanas, pero habiendo dejado grabado en aquel suelo un texto que décadas después sería expuesto en la Biblioteca Nacional de Francia como método de choque para acabar con la vergüenza y los prejuicios con que respondemos a las enfermedades mentales. Y hasta ahí, con ánimo pedagógico, es donde nos acerca Muraday y su compañía Losdeae.

El texto juega un papel fundamental para situarnos en los distintos estadios de la historia que transita. Concebido de manera didáctica y descriptiva para que el espectador interprete esa abstracción que son siempre las emociones, corporeizadas posteriormente. Aunque es cierto que un poco más de garra dramática tanto en su concepción como en su interpretación no hubiera estado de más, así como liberarle de algunos guiños demasiado personalistas.

El espectáculo crece a medida que la escenografía entra en juego y Chevi Muraday e Inés Valderas interactúan con ella. Un proceso en el que tienen un papel fundamental la iluminación de Nicolás Fischtel y la música de Smokekills & Mariano Marín, tan responsables como Chevi e Inés de que captemos las sensaciones que se nos quieren transmitir, haciendo que el resultado plástico, el visual, el que se basa en la coreografía y la coordinación resulte fluido y atractivo y aquello por lo que este montaje será recordado.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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