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31.05.2021 Entrevistas  
«Soy feliz de hacer lo que hago con quien lo estoy haciendo»

Yo la descubrí antes de la pandemia en Sacarina, uno de los últimos montajes de La Ruta 40, y me enganchó al instante. Pero Lara Salvador tiene un largo recorrido como actriz y cantante. Varios de sus trabajos como intérprete han sido premiados. Hija de músico (el percusionista y compositor J.S. Chapi), se nota, cuando hablas con ella, que piensa y siente como artista.

Después de haber participado en muchos y diversos proyectos, el año pasado llegó el momento de crear algo propio. La necesidad de explicar un suceso familiar dándole una forma artística le sirve de base para dar vida a una pieza llena de anécdotas, recuerdos y canciones que habitan en su memoria. Así es, básicamente, cómo surge Qué sabe nadie o les cançons de Penélope de La Peydro que se estrena el próximo 16 de junio en el Teatre Tantarantana de Barcelona. Lara Salvador tiene una historia que contar y voz propia y por eso nos apetece tanto escucharla.

¿Quién es Lara Salvador y quién es La Peydro?
Es la misma (risas). Lara Salvador, es la actriz. Bueno, Lara Salvador es muchas cosas… soy persona sobre todo, mujer, hija (de momento no soy madre)… Pero a nivel profesional, he trabajado más como actriz. Y La Peydro (que es mi segundo apellido), surgió a partir de que naciera esta faceta mía de creadora. De hecho, hubo un momento en mi vida en que me planteé usar como nombre artístico Lara Peydro, pero no lo hice porque me sabía mal por la familia de mi padre. Entonces, cuando estrené la versión corta de la pieza Qué sabe nadie, de la que luego hablaremos, y tenía que poner un nombre de compañía ese el que elegí, que me gusta mucho, y ahí es cuando apareció La Peydro.

A caballo entre Valencia y Barcelona, ¿cuáles dirías que son las mayores diferencias que has encontrado en el teatro de cada ciudad?
Mira, tengo que confesarte que esta pregunta me genera un poco de controversia. Porque estoy un poco harta de centrarme o de recalcar las diferencias. Me interesa más aquello que nos une. Valencia y Barcelona son dos ciudades o dos territorios que pueden tener mucha relación. Creo que más que contarte las diferencias, me gustaría lanzar una petición de unión y de fusión, que de hecho ya ha arrancado. Ya ha habido alguna coproducción entre el Teatre Nacional de Catalunya con el Institut Valencià de Cultura. Pero creo que este tipo de interacción se tendría que dar mucho más. Y que tendría que haber mucha más comunicación entre Valencia y Barcelona. Que se intercambien los montajes de un sitio a otro y que hubiera más fluidez porque, entre otras cosas, compartimos el idioma (cosa que en otras regiones no pasa), más que centrarnos en las diferencias, que ya nos encontramos bastantes en la vida cotidiana.

Entonces, ¿qué cosas te gustaría importar de cada lugar al otro?
Creo que deberíamos, como te decía antes, importar más las piezas de un sitio al otro y que se dé a conocer más los trabajos valencianos aquí, así como los trabajos catalanes allí. Que nos importemos a nosotros mismos de un lugar a otro. Que haya más diálogo. Y evidentemente, todo lo que se pueda aprender del funcionamiento estructural del otro sitio es maravilloso. Si se pueden copiar fórmulas que funcionan, adelante. A mí, a nivel de artista, es lo que me interesa. Que se pueda viajar entre los dos sitios y que no existan tantas fronteras en estos territorios que son tan pequeñitos y tan hermanos.

Estrenas en el Tantarantana Qué sabe nadie o les cançons de Penélope, que tú misma has escrito, dirigido y que también interpretas, junto a tu padre. Es una pieza que habla del dolor y la pena como herramientas catárticas para el ser humano. Cuéntanos de dónde nace la idea.
Pues esta es una idea que me venía rondando desde hace mucho en la cabeza. Estuve escribiendo cosas y anotando otras durante mucho tiempo y guardándolas en un cajón. Las protagonistas de esta historia son las mujeres de mi familia. En especial mi abuela, pero también mis tías, mi madre, mi prima… Hay un tema que subyace en toda la obra, que no se desvela al inicio de la función, pero sí bastante pronto, que es que en mi familia sucedió algo traumático justo antes de mi nacimiento. Desapareció un tío mío, hermano de mi madre. Eran cinco hermanos, él, José Manuel Peydro Alcayde, era el mayor y mi madre era la pequeña. Este hecho ha generado una serie de consecuencias dolorosas en mi familia, como te puedes imaginar. Y, de alguna manera, yo he visto esto siempre en mi familia, porque ya nací en medio de esa situación.

Así que, obviamente, esta es una pieza completamente personal
Totalmente. Ese suceso es algo que siempre me ha influenciado. Siempre ha estado muy presente, muy latente en mi vida. Y ha sido un suceso que me ha generado incomprensión. Algo con lo que incluso he soñado mucho, sobre todo cuando era pequeña. Todo esto siempre me rondaba la mente, siempre estaba en mi cabeza. Tenía la necesidad de hacer algo con todo eso. Pero no me surgía ni la manera, ni el momento, ni el valor para hacerlo. Así que fui almacenando material poco a poco. También tengo una tía, Rosa Mª Peydro Alcayde (la segunda de los cinco), que ha sido periodista y que tiene muchos recortes de prensa acumulados, que también escribió acerca de este tema y que incluso hizo poesía sobre esto. Todo ese material me lo ha ido pasando. Así que tengo muchísimos textos que a ella le inspiraban y que estaban ahí, disponibles, para ser utilizados en cualquier momento. De hecho, una de las poesías, una que me encanta, aparece en la pieza. Y aunque el resto de cosas no aparecen, sí que están como trasfondo de este universo.

Y un día decides que todo ese material vea la luz…
Así es. Durante el confinamiento hubo un click y vi que no tenía excusa para no tirar adelante el proyecto. Estaba en casa y no habían bolos. Así que tenía el tiempo para crear y me lancé para hacer lo que llevaba tanto tiempo queriendo hacer pero que no me atrevía. Presenté el proyecto a un festival que se llama Russafa Escènica en Valencia y me lo aceptaron. Ese fue el primer paso, e hice una pieza corta de 30 minutos. Durante este proceso estuve trabajando con Mónica Almirall, amiga y creadora a la que admiro muchísimo. Ella me dió una visión externa, dándome el feedback que acabó de conformar esta pieza. El festival se hace en un formato de site específico, en lugares de teatro no convencionales, y la hice en una floristería. Después de eso, el propio festival, junto con la SGAE, otorgaba un premio a una de las piezas cortas y lo gané.

¿Y cómo llegas de ahí a la versión larga?
Pues fue inmediatamente después. Con el premio, me dieron una aportación económica con la condición de que escribiera la pieza larga y la presentase al cabo de unos meses. En febrero de este año presenté el texto, a modo de lectura dramatizada, en la sede de la SGAE de Valencia. Y al poco tiempo, me llamaron de la Sala Russafa, que es una sala independiente de Valencia, y me propusieron que estrenara en dos meses allí. Para mí, todo estaba pasando muy rápido. Porque solo tenía de febrero a abril para prepararlo todo y no sabía si iba a ser capaz de tenerlo listo en tan poco tiempo. Pero mi padre, que está conmigo en la pieza, me animó muchísimo y me hizo ver que este era el momento. Mi idea era, después de la lectura, tomármelo todo con muchísima calma, montar la pieza sin prisas para que el proyecto pudiera respirar por sí mismo, hacerlo lentamente, porque el disfrute es diferente cuando se hacen las cosas lentas. Esa era la teoría. Al final, decidimos que sí lo hacíamos, que ya llevábamos trabajando un tiempo en ello, que la rueda estaba girando y que había que aprovechar la inercia. Había mucho trabajo ya hecho, porque en la lectura, por ejemplo, las canciones ya estaban muy trabajadas, pero es cierto que he tenido que hacer muchas cosas en muy poco tiempo, con el estrés que eso conlleva. Y a pesar de todo, Qué sabe nadie ya está aquí.

¿Por qué has querido ser tú la que cuente esta historia?
Yo la he querido contar, porque como te comentaba antes, esto es una cosa que tengo en la cabeza desde pequeña. Es una cosa que no he podido comprender. Así que creo que la obra es una manera de intentar entenderla o de darle un espacio diferente a ese dolor que he visto en mi familia. Puede que suene a tópico, pero ha sido una manera de intentar convertir ese dolor en belleza. Porque el arte tiene ese poder. Y la palabra y la música para mí tienen un efecto liberador. Pienso que lo que se expresa desde la garganta, con la voz, tiene el poder de deshacer nudos. Esas canciones que canto, lo digo en la obra, creo que son las canciones que le gustaban mucho a mi abuela y que ella nunca se atrevió a cantar. Y ese hecho de que no las pudiera cantar creo que es como una metáfora de no tener la capacidad de liberar todo ese dolor. Y yo tenía la necesidad, a mi manera, que es con el teatro, de liberarme de ese dolor y ofrecerle un espacio bello y catártico a ese episodio de nuestras vidas y a la vez conseguir cerrarlo. Qué sabe nadie también es un homenaje a las mujeres de mi familia. Admiro como todas ellas han gestionado este suceso y como han seguido con su vida, especialmente mi abuela.

El montaje se presenta a dúo, junto a tu padre, y es teatro musical
Sí. La música en la obra es en directo, interpretada por mi padre al vibráfono y yo pongo la voz. Algunas son canciones populares, que la gente reconocerá, que han sido arregladas musicalmente por mi padre. Y luego hay unas composiciones especialmente para la obra, de él, de las que yo he hecho la letra. Aparte, el espectador se encontrará con confesiones, poesía, recuerdos… todo lo que me ha inspirado la desaparición de mi tío y cómo esto ha afectado a mi familia.

Efectivamente, en Qué sabe nadie se habla de tu familia y trabajas con tu familia. ¿Todo bien?
En esta obra hablo de la familia materna pero me acompaña mi padre. Me gusta, porque trato todo el árbol materno, pero quien está presente conmigo es mi padre, el que representa a la figura masculina. Trabajar con él no es nuevo para mí. Él es percusionista y yo le he acompañado muchas veces en su grupo Amores Grup de Percussió en varios espectáculos familiares que hacemos. También habíamos estado juntos en Happy End, que dirige Salva Volta, en el que él se encargaba de la dirección musical. La diferencia aquí es que siempre que habíamos trabajado juntos, nunca había sido yo la directora y esto sí ha sido una diferencia. Hay un evidente cambio de roles que no es orgánico. Es como si el padre es el que naturalmente tiene que dirigirte. Además, él es profesor y director. Así que le sale de forma natural ser líder, guiar. Aunque en el aspecto musical me dejo guiar totalmente por él, pero el resto yo quería llevarlo a mi terreno porque es la historia que yo quiero contar. Por otro lado, también me parece muy tierno que él se preste a acompañarme en este proyecto. Para mí es una de las cosas más bonitas de la pieza. Que él está ahí dándome su apoyo y sustentando un momento que es frágil y de exposición para mí.

Después de esta primera experiencia como actriz, directora o dramaturga, ¿con qué te quedas?
¡Y productora! ¡No te olvides! Porque de verdad que no era consciente de la cantidad de trabajo que eso conlleva y creo que ha sido una de las cosas que más me ha costado, ya que es algo que no estoy acostumbrada a hacer. De entre todo ello, yo soy actriz. Por mi formación y porque mi experiencia ha sido siempre como actriz. Pero también me considero creadora, porque tenía la necesidad de crear esta pieza y lo he hecho. He escrito una serie de cosas que necesitaba contar y la tenía que dirigir, porque las necesitaba explicar yo. No sé si voy a volver a escribir otra obra o si voy a volver a dirigir. Estaba interesada en esta pieza y es verdad que la inquietud creadora siempre la he tenido, pero no me puedo llamar a mí misma dramaturga porque es la primera vez que escribo algo y lo muestro. Para mí, soy una actriz que tenía la necesidad de crear esta pieza y que lo ha hecho.

Si te dieran a elegir, ¿has pensado en alguien en particular con quien te gustaría trabajar? ¿Un actor, un director…?
Pues es que creo que los actores (bueno, no sé los demás, pero a mí me ha pasado) nos pasamos toda la vida pensando : «¡Ay! A ver si me llaman de aquí, o a ver si consigo tal trabajo o a ver si puedo trabajar con este o con la otra»… siempre poniendo la vista en algo externo, siempre esperando. De hecho, la obra habla de esa espera, de estas mujeres, como Penélope, que se han pasado toda la vida esperando. Pero no solo la espera de alguien que ha desaparecido, sino que también se extrapola a la espera en nuestras vidas de que llegue el gran trabajo, o la persona que me va a hacer feliz, o el dinero para comprarme lo que tanto quiero… Hago reflexión sobre esto y la obra me ha ayudado a querer dejar de esperar y me ha centrado para darme cuenta de lo maravilloso de lo que estoy haciendo, en el momento que lo estoy haciendo. Me apetece dejar de esperar los grandes sueños, porque creo que eso genera mucho dolor y mucha insatisfacción. Evidentemente, admiro a muchísimos creadores y a muchas personas. Y claro que me encantaría trabajar con ellas y con ellos. Pero pensándolo, soy feliz de hacer lo que hago con quien lo estoy haciendo.

¿Tienes algún proyecto inmediato o futuro que puedas contarme?
Ahora estoy trabajando en una pieza que se llama Los reales fuegos artificiales que acabamos de estrenar en la Sala Sandaru, donde hemos hecho una residencia. Somos un grupo de amigos (no somos aún un colectivo), Albert Pérez, Nicolás Carvajal, Gloria March, Ion Irairoz, Irene Vicente y Sergi Torrecillas. También tengo ya algunos bolos para Qué sabe nadie y seguiré trabajando en ello. En el verano también estaré de gira con el grupo de mi padre, con un espectáculo que se llama Mama África, que hace un recorrido por el continente a través de la percusión. De Els dies mentits hemos acabado la gira esta temporada, pero en octubre la llevamos a Valencia, que me hace mucha ilusión. Y en diciembre, también en Valencia, trabajaré en un proyecto con Paco Zarzoso, un texto nuevo suyo en el que estoy como actriz.

Entrevista realizada por Diana Limones

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