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21.05.2021 Críticas  
Sincero y radiante relato romántico

Subir estos días al Àtic22 del Teatre Tantarantana supone una inmersión romántica de fuerte calado. Qué implica enamorarse y cómo se localiza ese amor cuando es a distancia. Loco Amoris surge de la necesidad creativa a partir de la experiencia vivida por Emma Arquillué y Pablo Macho Otero, la pareja protagonista.

Como FVCIT, su compañía, se entregan a la delicada dirección de Pau Roca y a una hipnótica puesta en escena que nos sitúa, de forma al mismo tiempo diáfana y sumamente expresiva, en el «lugar» romántico en cualquiera de sus manifestaciones más íntimas o explícitas. Nos encontramos ante un espectáculo que es un punto de (re)encuentro en un aquí y ahora que hace confluir evocación y rememoración hasta convertirse en un hermosísima pieza dramática. Generosa y profunda en su concepción y de ejecución transversal, la propuesta se articula a partir de la propia vivencia y a partir de ahí se confronta con todos los conceptos y acepciones más o menos canónicos y elevados que hemos aprendido antes de haberlos experimentado de un modo tan (y tan poco) tangible como es el enamoramiento.

Relaciones a distancia desde lo físico y también a nivel intelectual. Intermitencias. Dudas, usos, hábitos y costumbres en modo práctico. Macho Otero firma una autoría que actualiza lo que en otra época hubiese sido propio del monólogo interior para transformarlo en un diálogo a dos (y de estos consigo mismos) en lo que nos llega como una multiplicación de los distintos puntos de vista yo-tú-nosotros y de las vinculaciones entre los mismos. ¿Qué soy yo para ti? Sin ti y sin mí no hay un nosotros pero, ¿qué pasa con el viceversa? Monólogo interior que aquí no lo será porque se escenificará a nivel conversación y que renuncia al formato espistolar más o menos prototípico para mostrar las posibilidades comunicativas a día de hoy. La estructura espacio-temporal resulta muy interesante y nos sitúa ante lo que bien podría ser un poema dramático contemporáneo y que transmite verosimilitud de principio a fin.

Con habilidad, se mueve por las facetas más filosóficas de esta reflexión de un modo profundo pero informal del que nos hace partícipes en todo momento. La reflexión sobre la(s) persona(s) del amor y la comparativa natural-sintética sobre los efectos narcotizantes del mismo son momentos álgidos muy a tener en cuenta. En el terreno interpretativo tanto él como Arquillué se muestran ante nosotros con desnudez y cercanía en todo momento. Sabiéndose protagonista(s) de su propia historia nos incluyen siempre y realizan una aproximación veraz tanto en lo bucólico como en lo prosaico. Su incorporación transversal de los distintos elementos que conforman el lenguaje interno de la propuesta es progresiva y coherente con lo que se quiere transmitir y saben cómo mudar de registro para esencializar en el tiempo de la representación las distintas etapas vividas. La fisicidad a pesar de la distancia también está muy bien plasmada.

La puesta es exquisita. La sublimación se alcanza gracias al espacio escénico de Yaiza Ares y la iluminación y espacio sonoro de Uriel Ireland. A este respecto, la inclusión que realizan tanto Arquillué como Macho en sus interpretaciones es rotunda y exitosa. Ambos transitan mediante su recorrido espacial la plasmación estético-dramática de su propia vivencia. Un itinerario que se nos antojará amplísimo y que como espectadores nos hará participes de ese universo compartido. Será París y será Barcelona. Todo a la vez porque es el lugar que la pareja ocupa, también y sobretodo en lo reflexivo. Un espacio abstracto y abierto que siempre suma y que se convierte además en su dimensión mental, poética y veraz al mismo tiempo. Flores que crecen al mismo tiempo que son pisadas o arrancadas. Intimidad y luminosidad para recrear lugares extrínsecos e internos y que unen a la perfección distintos tiempos y lugares en uno solo que, de nuevo, será el amor.

Mención especial para el diseño de movimiento de Alba Sàez y, una vez más, para la asimilación de los protagonistas. Hermoso reflejo de esta dramaturgia circular que recopila la reflexión y aprehensión en forma de palpitación. Pulsaciones y latidos que se irán mostrando mientras dura la función y que en un momento dado se resumen, integrándose todos para recapitular y concentrar el ciclo entero al que hemos asistido. Lo que en audiovisual sería un montaje superpuesto de imágenes aquí se traslada a lo físico de un modo realmente magnético y totalmente sugestivo.

Finalmente, aplaudimos tanto la entrega y curiosidad de todos los implicados como la veracidad que se transmite en el resultado final. Loco Amoris consigue romper esa distancia que tanto se expresa durante la función y nos insufla poco a poco, como si de un gotero se tratase, una reflexión de la que resulta un aprendizaje a partir de una experiencia también estética pero ante todo emocional y sentimental. De lo concreto a lo más expansivo, intuitivo y veraz. Resulta verdaderamente un gusto, como decíamos, subir al Àtic22 estos días. Allí nos esperan unos anfitriones de excepción acompañados por un equipo cómplice y totalmente comprometido.

Crítica realizada por Fernando Solla

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