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09.04.2021 Críticas  
¿Por qué la mentira es preciosa?

Opening night del Opening Night de La Veronal en el Teatre Nacional de Catalunya. Teatro lleno (manteniendo las medidas Covid). A solo 5 horas de las nuevas restricciones comarcales que no nos van a permitir a muchos volver a este teatro en un tiempo. Sí; lo mejor que me podía tocar yendo al teatro en estas condiciones es un espectáculo que rinda homenaje al teatro.

Marcos Morau vuelve a crear un mundo propio y, esta vez, lo hace inspirándose en los entresijos del teatro. En lo que no se ve desde la platea. El director y coreógrafo, quien ha contado con Carmina S. Belda, Violeta Gil y Celso Giménez para las líneas, rinde homenaje y agradece lo que el teatro regala al espectador gracias a todo el trabajo y esos lugares que, en algunas ocasiones, no se ven: pasadizos, suelos huecos, puertas traseras, acomodadores y tramoyistas, escenógrafos y fotógrafos e iluminadores. También nos habla de la emoción propia que se vive en los estrenos (por la parte artística y técnica, pero diría que por parte de la platea es también siempre un evento). Nos explica las bellas mentiras que el teatro cuenta mientras las luces están apagadas y solo algunos focos hacen su función. Y hace guiños a casi todos los géneros teatrales, pasando por el drama y la tragedia, la ópera o el teatro de máscaras.

Morau nos explica todo esto a través de la danza y la música. Una coreografía diseñada por él mismo en conjunción con los propios bailarines con números solitarios donde acomodadores se desmontan en los entresijos tras el escenario y números espectaculares en conjunto donde toda la compañía en escena demuestra, una vez más, el valor de la danza contemporánea en la cultura actual.
 
Para Opening Night el creador cuenta con Mònica Almirall, Valentin Goniot, Núria Navarra, Lorena Nogal, Shay Partush y Marina Rodríguez, que pasan de actrices principales a acomodadores y de bailarines a tramoyistas sin interrupción. En la coreografía se hace evidente que el movimiento responde a una dirección concienzuda pero también se percibe cómo esta bebe de la propia inspiración de los intérpretes. Y se respira la dura disciplina exigida en la danza durante los 75 minutos de función. No fueron en vano los largos y calurosos aplausos del final.

Si hay dos nombres que resuenan en Barcelona como parte de esa maquinaria imprescindible para que el tejido teatral pueda rodar con garantías de éxito son los de Max Glaenzel (escenografía) y Sílvia Delagneau (vestuario). Vez tras vez han demostrado que, individualmente, o en trabajando en conjunto, son referencia presente y necesaria para nuestro teatro. Y Morau ha contado con ellos y con la también esencial y bien trabajada tarea de iluminación de Bernat Jansà para asegurarse la excelente calidad de este montaje.
 
Glaenzel crea un backstage, unas bambalinas, muy realistas. Inicialmente, en primer plano de escena, que a medida que pase la función se alejan para dar espacio al escenario desnudo del TNC. Los telones, las propias tramoyas y las entradas al foso son elementos también utilizados dentro de la función.
 
Por su parte, Delagneau, juega con los grises y negros de paredes, cables y suelo para vestir a la compañía. Pantalones y americanas que en algunos números adquieren todo el protagonismo. Y el enorme e imponente vestido negro intenso de la diva con la que se abre la función y que visualmente queda completamente integrado en un elegante universo oscuro, que solo es roto por el inmenso ramo de rosas de rojas que lleva la actriz.

Opening Night te absorbe, te transporta a un mundo que te es conocido, pero te provee de la emoción de conocer lo que a veces es desconocido. El único sitio donde queremos que nos cuenten mentiras y dónde disfrutamos de ellas. La puerta por la que entras a millones de historias, que siempre morirán en cuanto se encienda la luz del vestíbulo.

Crítica realizada por Diana Limones

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