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30.03.2021 Críticas  
Retablo en el que vivir

Ansiada reposición en el Centro Dramático Nacional de Madrid. El giro hacia nuevas y frescas dramaturgias ha hecho que Los Remedios de La_Compañía exlímite recale en la Sala de la Princesa del María Guerrero. Un retablo del que brotan autoficción, respuestas, preguntas y mucho teatro, teatro del bueno.

Ya iba yo prevenido de que ir a Los remedios era un viaje memorable. Se me había escapado en las anteriores temporadas, por aquello de estar embelesado en otros montajes. Para cuando llegó a mis oídos lo imperdible del montaje, este ya había desaparecido de la cartelera. Grata sorpresa fue verlo programado de nuevo y esta vez en El centro dramático nacional. Todos sabemos de lo peligroso de ir a una función con las expectativas altas, la hora de la función tampoco ayuda. La pandemia nos hace ir al teatro a la hora del té. ¡Bendito té! Encontrarse con un texto que se desborda entre capas y personajes. Una historia de los miedos de la adolescencia, de buscar los orígenes para entender el presente. Un bello homenaje a los que nos moldean, para lo bueno y para lo malo. Un canto a la amistad. Un remedio para las almas sedientas de historias contadas con corazón.

Los remedios es el barrio sevillano donde nacieron y se criaron los dos actores que dan vida a sus propios recuerdos y vivencias. Ellos son Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves, amigos y residentes en Sevilla. Dirigidos por Juan Ceacero componen un bellísimo retablo bordado de vivencias. Padres, abuelas, maestros, sueños eróticos de procesión de Semana Santa, clichés de Andalucía, acentos olvidados y perdidos. Por encima de todo una incansable e inalcanzable búsqueda de respuestas a preguntas que no la tienen. La vida es sueño, y los sueños, sueños son.

La genialidad de Los remedios radica en una historia que bebe de la verdad. Contada por sus protagonistas, alejándose de aleccionar, mostrándose perdidos. Pablo y Fernando dan una lección magistral de lo que es el tempo de la comedia, de manejar el ritmo, un golpe de aire fresco sin gafapastismo ni postureo (no muy lejos de esa sala aun olía a eso) Funciona todo bien, tan bien, que las dos horas pasan como un suspiro, entre sevillanas, comuniones y despertares vitales.

Como ya dijo mi querido I. Lomana en su crítica, que estos dos me lleven amarradito –como dice la canción de María Dolores Pradera que suena mientras escribo – a descubrir los porqués y los lugares. Los remedios es una función redonda, la genialidad interpretativa de los protagonistas, sumada a una escenografía preciosa de Paola de Diego y la luz de Juan Ripoll. Un retablo costumbrista, barroco, divertido, emotivo. Les diría que fueran pero tienen todo el papel vendido. Queremos más remedios, queremos más viajes.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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