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15.03.2021 Críticas  
Dos más uno

Nave 73 acoge en Madrid el estreno español de Afterglow, texto escrito por S. Asher Gelman y representado en el off-Broadway neoyorquino durante más de un año. Un triángulo amoroso, afectivo y sexual interpretado por Andrés Acevedo, Christian Escuredo y Jorge Vidal, y dirigido por Pedro Casas.

Si hasta Britney Spears le dedicó hace más de una década una canción a estos asuntos, es que no hay duda alguna, el ser pareja abierta es una de las prácticas que te categoriza como moderno y libre en los tiempos que corren. Dos más uno amplía los horizontes y lo que cada uno haga por separado mantiene vivo y fresco el binomio. Lo interesante de Afterglow es que se ahorra las excusas y entra de lleno en la cuestión planteándonos qué mueve a la pareja implicada y al tercero en cuestión, cómo lo viven y se sienten después, así como las consecuencias que tiene para cada uno de ellos, tanto a nivel individual como en su relación con los otros dos.

Un conocido meme que se ve de continuo en las redes sociales es el de Erika Girardi susurrándole a su móvil Gonna give the gays everything they want. Algo de eso hay en este montaje. Alegría para los ojos como resultado del casting. Los cuerpos desnudos de los tres protagonistas, sobresalientes para los amantes de la normatividad, atractivos para todos los demás. Debate ético para encuadrar la historia. La pareja está esperando un hijo que llega por gestación subrogada. Y la interrogante sobre en qué consiste el amor y qué papel juega este en una relación. ¿Cuánto hay en ello de Pretty Woman, de trabajo diario y de tener cubiertas unas necesidades?

Todo está planteado de manera correcta y ordenada, con la claridad suficiente como para que nada se quede en el tintero y ser relacionado convenientemente, pero sin embarullarse. Tanto que el texto (traducido y adaptado por Carlos Martín y Diego Rebollo, también productores) parece estar escrito siguiendo una estructura determinada desde su inicio para llevarle hasta su destino final.

Esto le resta frescura y espontaneidad, pero a cambio, las dosis de emotividad son las convenientes. Más que una dramedia, Afterglow apuesta por el costumbrismo de lo que supone ser dos de las muchas clases de hombre homosexual en una gran ciudad: con dinero, profesión liberal y emparejado, o joven solo ganando lo justo para sobrevivir e intentar hacerse un hueco en un lugar lejos de donde nació.

Personajes cuyo desarrollo, aun no siendo plenamente arquetípicos, está exclusivamente marcado por el rol que desempeñan en el triángulo, dejando de lado sus personalidades, biografías y las posibilidades de estas. Una escasa volubilidad dramática que impide que Andrés Acevedo, Christian Escuredo y Jorge Vidal desplieguen todo lo que podrían dar, aunque quede muy bien camuflada por la concepción y el uso que la dirección de Pedro Casas realiza de la escenografía, la iluminación y el montaje sonoro (firmados, respectivamente por Bengoa Vázquez, Lola Barroso y Marcos Cantador).

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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