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11.03.2021 Críticas  
Clásico sin riesgo

El Teatro Real de Madrid apuesta por un clásico de siempre. Al público madrileño le gusta Vincenzo Bellini, así que una nueva producción de Norma es siempre más que bienvenida. La apuesta es tan segura que se ha echado de menos algo de riesgo. Funciona perfecta pero no llega a emocionar.

Hablar de Norma es referirse a Casta Diva, una de las arias más legendarias de la historia de la ópera. Inevitable que en la memoria operística afloren los grandes nombres, la Callas y la Caballé entre ellos. El peso de esa aria es tan monumental que se lleva por delante la belleza de otros momentos de igual belleza. Para esta Norma nueva que ha estrenado el Teatro Real, el peso lo lleva Yolanda Auyanet quien hace un desarrollo impecable del personaje. Debo decir que su Casta Diva no me emocionó, pero que desde ese momento en adelante fue a mas, dejando atrás el sinsabor de una Casta Diva no del todo poderosa.

Por otro lado tenemos a Clémentine Margaine como Adalgisa, quien es la gran robapapeles del montaje. Sus intervenciones son simplemente magistrales, sus duetos con la sacerdotisa son los que elevan el montaje a los niveles que los amantes de la ópera buscamos en un Bellini.

Los papeles masculinos están todos en un nivel alto, aunque en esa línea no arriesgada de la comodidad. Michael Spyres y Roberto Tagliavini correctísimos. No podemos dejar de mencionar al siempre excelente Coro del Teatro Real, que hace gala una vez más de su excelencia a pesar de tener que cantar con mascarilla.

La propuesta escénica de Justin Way nos lleva a un teatro clásico, en el que se mezclan dos mundos. Norma en escena, la sacerdotisa supuestamente virgen, que esconde a sus dos hijos, fruto del romance prohibido con Pollione. La escenografía es tremendamente clasicista y realista. Lo más arriesgado es ver a los técnicos desplazar algunos de los elementos escénicos. No quiero decir que me desagradara ni mucho menos. Pero viniendo de propuestas escénicas altamente arriesgadas y conceptuales choca encontrarse con esta propuesta tan teatral.

La orquesta dirigida por Marco Armiliato sonó ligera y abarcadora. Quizá el volumen se desbordó en algún momento. Esta Norma hace las delicias del público, se disfruta más a medida que avanza, siendo a mí parecer mucho mejor el segundo acto. Sin ser todo lo emocionante y potente que desearíamos, el solo hecho de ver Norma en uno de los pocos teatros del mundo abiertos es ya un lujo inolvidable.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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