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31.01.2021 Críticas  
Sangre y delirio

Estrenado en la 65 edición del Festival de Mérida llega ahora a Madrid este Tito Andrónico. Versión de Nando J. López y bajo la dirección de Antonio G. Guijosa este Shakespeare violento llena de sangre la ya de por si Sala Roja de los Teatros del Canal.

Tito Andrónico es uno de los primeros clásicos del gran William Shakespeare y adolece de ser un relato exacerbado y quizá no tan pulido como les que le sucedieron. Ahora bien, Shakespeare es siempre caballo ganador, y aunque Tito Andrónico no sea la más legendaria y recordada de sus obras tiene todos los ingredientes necesarios para el divertimento teatral. Venganza, pasiones, engaños y muerte. Mucha muerte y mucha sangre derramada.

No debe ser fácil adaptar esa historia, llevarla de la antigua Roma a un tiempo indeterminado, donde las túnicas se sustituyen por largos abrigos de corte militar, y aparecen pistolas y puñales en pleno anacronismo, pero que para nada molestan, pues el código está bien establecido y no se busca el rigor histórico. Nando J. López ha firmado una adaptación fiel al original que se sigue con interés.

Suele ocurrir que los montajes estrenados en el Teatro romano de Mérida acusan luego su traslado a una sala de teatro. El marco del Teatro romano proporciona una atmosfera inigualable para según que historias. No podía dejar de imaginarme la sensación de ver este montaje bajo la noche estrellada y reconozco que debió ser algo que sin duda sumó al resultado del montaje. Si bien la Sala roja de los Teatros del Canal cumple bastante bien y arropa la propuesta. La escenografía de Juan Sebastián Domínguez basada en unos cajones y plataformas metálicas que junto a las escaleras y las mesas conforman los distintos espacios en los que transcurre la historia. La luz de Carlos Cremades contribuye a darle belleza teatral al conjunto.

Un amplio reparto se desangra en escena. José Vicente Moirón es Tito Andrónico y defiende con soltura ese personaje tan desmedido, que roza la locura, pero que no duda en ejecutar venganza. Carmen Mayordomo es esa Tamora sedienta de venganza y rencor, que utiliza un azar del destino para ir sembrando su odio. Carmen está fantástica y es siempre un placer y un regalo verla en escena. Alberto Barahona es un imponente Lucio. El numeroso reparto lo completan Alberto Lucero, José F. Ramos, Quino Díez; Lucía Fuengallego, Gabriel Moreno, Jorge Machín y Guillermo Serrano. Todos defiende con corrección sus personajes, no todos con la misma fortuna, pero en general, el resultado es aceptable.

Si algo adolece el montaje es su larga duración, se entiende para un sitio como Mérida, pero aquí puede que sea más un lastre que una virtud. La historia termina con un baño de sangre que provoca incluso alguna risa tímida, por lo descabellado y exagerado de toda la historia. Venganza cruel y desmedida. Puro Shakespeare.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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