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18.01.2021 Críticas  
Boceto de un mito

Los Teatros del Canal de Madrid acogen el estreno absoluto de la nueva obra de Albert Boadella, Diva, un acercamiento entre la dramaturgia y la ópera a la figura, personalidad y conflictos de Maria Callas.

Los nombres archiconocidos, aquellos que tienen categoría de mito porque en mayor o menor medida todo el mundo les conoce, son extremadamente arriesgados a la hora de ser convertidos en el centro de una representación teatral. O se nos relata aquello que ya conocemos, con la posibilidad de no estimularnos lo más mínimo, o los creadores se adentran en los rincones de su vida que se mantuvieron en la oscuridad, con el reto de hacer compatible la ficción de esa novedad con cuanto ya estaba grabado en nuestro imaginario.

Ese es el desafío que se ha propuesto superar Albert Boadella y que muestra por primera vez en el lugar del que fuera director entre 2009 y 2016. Y con un género que no es nuevo para él, ya estuvo con registro operístico en los Teatros del Canal hace tres años como responsable del libreto y la dirección escénica de El pintor, sobre Pablo Picasso. En esta ocasión vuelve como autor. Con Diva nos traslada a los últimos días de la vida de Maria Callas en su hogar parisino con la única compañía de su mayordomo y chófer, Ferruccio. Atmósfera que la imaginación de la neoyorquina de origen griego transforma en algunos de los grandes escenarios en los que cantó y en los lugares e intimidades que compartió con el amor de su vida, Aristóteles Onassis.

Confusión en su cabeza análoga a lo que sucede sobre las tablas de la sala verde. Diva no es en ningún momento una caricatura, pero tampoco algo sólido. Intenta tocar muchos palos y desde el inicio resulta un collage en el que para dejarnos claro que se pasa, se salta o se vuelve de unas tramas a otras, se exageran los cambios de registros (incluyendo el uso del italiano) y se utilizan de manera simple los usos y significados de la música. El resultado es que los personajes, a pesar del saber hacer que transmiten María Rey-Joly y Antonio Comas -trabajo vocal incluido-, no resultan nunca completamente naturales.

Únase a esto, y volviendo a dos párrafos atrás, que no se nos cuenta nada que no sepamos. Se habla sobre la soledad de quien estuvo en lo más alto. También del amor desigual que tuvo con Onassis. De la competición que sintió tener con Jackie Kennedy. Del estrés que le supuso la presión de productores y público. Argumentos con mucho potencial si se entrara en ellos, pero quedan flotando en el ambiente y desvaneciéndose tan pronto entramos en una nueva secuencia.

Lo mejor, sin duda alguna, la voz de Comas al piano y la de María encarnándose -bajo la dirección musical de Manuel Coves y el diseño de sonido de Pedro Lastra– en la Callas en algunas de sus árias más conocidas (La Traviata, Manon Lescaut, Norma, Madama Butterfly, Otello…) acompañada de las grabaciones de la Real Filharmonia de Galicia.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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