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29.12.2020 Críticas  
¿Dónde ponemos el límite al humor?

La productora audiovisual y teatral El Terrat continúa la celebración de sus 30 años de vida estrenando un nuevo espectáculo en Barcelona, ​​La Gran Ofensa. Dirigida por Oriol Pérez y Serapi Soler, Dani Amor, Cristian Valencia, Artur Busquets y Betsy Túrnez nos adentran en una historia que nos plantea una difícil pregunta: ¿es lícito ponerle límites a la comedia?

La Gran Ofensa llega al Teatre Barts de Barcelona después de hacer temporada en Madrid, donde ha pasado por el Teatro del Barrio y el Teatro Lara con gran éxito de crítica y público. Una producción teatral que interpela al espectador haciéndole reflexionar sobre los límites del humor. ¿Hay que procesar alguien por explicar un chiste? ¿Tenemos que censurar la comedia? ¿Se puede hacer humor de cualquier tema?

La historia que nos presentan gira en torno a dos jóvenes cómicos, Sergio (Cristian Valencia) y Bernat (Dani Amor), que se inician en el mundo de la comedia y que, en el momento en que están empezando a despuntar son demandados por uno de sus chistes por Mateu (Artur Busquets). Será entonces cuando, con la ayuda de una abogada de dudosa reputación, María Pilar (Betsy Túrnez), los dos humoristas intentarán no terminar en la cárcel y evitar que la opinión pública no acabe con ellos. El público en sí, tiene un gran peso dentro de la producción ya que la decisión final sobre si son culpables o no, recaerá exclusivamente sobre nosotros.

La obra nos presenta una premisa interesante a debatir: la censura y lesión de la comedia en ciertos temas por parte de la sociedad. Esta premisa nos habla de temas muy controvertidos años atrás. Dos de los ejemplos que aparecen en la obra son los de los famosos cómicos Dani Mateo o Rober Bodegas; quienes por dos chistes fueron vapuleados en redes sociales y perseguidos por comunidades con, incluso, amenazas de muerte. En el mundo, los «ofendiditos» se cuentan a millones y si tienes una red social que te respalda bajo un anonimato, aun más. Unos, los cómicos, son personajes públicos y conocemos sus caras; los otros, los que atacan, ni los conocemos y bajo un nombre, en muchas ocasiones falso, atacan sin impunidad al cómico llegando incluso a pedir atentar contra su vida.

La Gran Ofensa no llega a ejemplificar el nivel de rabia y desprecio que muchos Twitteros descargaron contra sendos cómicos. Aquí estamos disfrutando de una comedia, una obra de teatro. Aquí lo que promueve el castigo es una denuncia de un televidente, víctima de un momento duro y difícil (no voy a negarlo) que se siente atacado al recordar mediante un chiste un momento de dolor que le cambió la vida para siempre. ¿Es lícito hacer mofa de ello?

Aunque la obra presenta una interesante reflexión y las actuaciones de los cuatro intérpretes son mas que graciosas (bravo por los momentos de risas inesperadas que nos ofrecen en situaciones «complicadas»), el texto en sí queda relegado a crear la base de lo que la obra podría convertirse si le apretaran un poco más las tuercas. Sí, hablamos de humor negro, del que te ríes y luego piensas… ¡ostia! De ese momento en el que instintivamente piensas: tal vez no debería reírme de esto. Del que te hace sentir culpable. Solo llevándolo al extremo, el momento final de la obra podría convertirse en la parte interesante de la función en la que la decisión final por parte del público podría plantearse con dificultad. Llegar a sembrar la duda real en la que culpabilizar o no al cómico de la ofensa realizada.

El trabajo del cómico, como bien se explica en la obra, es cambiar la percepción de dolor que tiene la sociedad sobre un momento crítico y destensarlo para que podamos vivir con ello. Sí, el momento sigue ahí, el momento es duro, el momento puede haber marcado tu vida pero nuestra mente necesita soltar parte del lastre que este le genera para avanzar. Dejen hacer al cómico su trabajo, rezaban. Déjenle.

Crítica realizada por Norman Marsà

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