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27.12.2020 Críticas  
Transitando por la vanguardia de la identidad disidente

La Gleva Teatre acoge una obra impactante e importante. Tránsitos es un proyecto tramado a ambos lados del Atlántico que por fin sube a los escenarios dentro del marco De Grec a Grec. Un espectáculo que se sitúa siempre a la vanguardia de cómo mostrarse a través de la identidad disidente sin convertirla en «el» tema sino en inapelable e indispensable canal de transmisión.

El lenguaje es importante, también el corporal. No «solo» es necesario elevar la voz y ser visibles sino llegar a transitar (y aquí es donde el teatro juega un papel no ya importante sino primordial) la representación del mundo en el que queremos vivir. Crearlo o re-crearlo en función de las necesidades. El lenguaje normativo es capcioso, cuando no malintencionado. «Hombre», «Mujer», «Otros»… ¿Cuántas veces nos hemos visto obligados a tachar la casilla de lo que el poder dominante considera nuestro género? ¿Qué connotaciones conlleva la catalogación socio-demográfica? El derecho a existir visibilizando las luchas y obstáculos, escribiendo la propia historia al mismo tiempo que la creamos para compartirla en tiempo presente. Ya está bien de mirar únicamente hacia el futuro. Como escuchamos durante la función, «ahora que el mundo se va a la mierda, el teatro se convierte en imprescindible».

Y sí. El trabajo dramatúrgico no tiene desperdicio. Sin pedir permiso y haciendo algo tan «sencillo» y complicado a la vez como es conseguir que lo que se quiere explicar suceda ante nuestros ojos. Un espectáculo-respuesta que supera cualquier amago de teorizar para convertirse en una intervención. Desde dentro hacia afuera y viceversa y todo a la vez. «Soy un desecho humano, pero en el vertedero somos tantos, los desechados, que a veces me parece que vivir en él es lo más emocionante y divertido que me hubiera podido tocar». La autoría de David Teixidó y Mariana Percovich de-construye a nivel dramático el significado de cualquier término o constructo identitario cimentado socialmente para mantener el orden socio-político actual imperante y, por tanto, irreconciliable con el movimiento LGBTIQ+. No se requiere a les protagonistes como «tema» sino para que puedan hablar desde sí mismes de todo lo que les sucede, intrínseca y exteriormente.

¿Qué pasaría si el Brad Fraser de Unidentified Human Remains and the True Nature of Love (1989) se cruzara con el Ryan Murphy de Pose (2018-)? Probablemente nos explotaría la cabeza. Y esto aquí sucede. Utilizando la subversión de elementos de diversos géneros y la capacidad para equilibrar el humor cínico con un tono serio del primero con la auxiliadora vocación del segundo cuando convierte la posibilidad en algo tangible y sitúa de pleno a los disidentes, que no suelen tener acceso, en los «lugares comunes» para cualquier otro protagonista «normativo» de ficción. De algún modo, presenciamos una suerte de apropiación y aproximación al aquí y ahora de la comunidad del estilo dramatúrgico del teatro In-yer-face de la década británica de los noventa del siglo pasado. Una agresión o provocación que lo es, precisamente, desde la inclusión (también del público) más absoluta. El impacto y la polémica desde la persuasión que ofrece la conjugación de las distintas facetas y ámbitos de actuación de les protagonistes, dentro y fuera de escena: activismo, oratoria, gestión cultural, drag, cosplay, canción, política y, por supuesto, interpretación.

Desde la honestidad más rotunda y también dolorosa, Teixidó es director y co-protagonista de la función. Un «alto cargo» que cuida hasta el mínimo detalle y nos acompaña siempre, a les que estamos dentro y fuera del escenario. Ha construido un texto sin fisuras que une la personalidad real de todes con historias verídicas y otras ideadas para la ocasión. Nunca sabremos cuál es cuál y realmente eso no es necesario porque la inmersión que vivimos desde el minuto uno nos hará experimentar y transitar en conjunto y en primera persona por todo el torbellino emocional que viven Delfina Martínez, Nicole Avventurato, Sergio Satanassa, David Priego y Agustín Daulte (en este caso interpretado por un fantástico Nico Conde). Un elenco, incluido Teixidó, que se interpreta encima, nunca mejor dicho, sin anteponerse a las réplicas, diálogos y monólogos que, por otro lado, recogen su vida para devolvérsela y hacerla todavía más suya si cabe, propiciando su empoderamiento. Grande el aplauso para el trabajo de dirección, asesoramiento y, de nuevo, dramaturgia. Una labor benefactora que logra encontrar el equilibrio entre los requerimientos de la pieza y su propio lenguaje interno y totalmente multidisciplinar.

Un texto que nos habla de la falta de protección legal, la pobreza, la violencia recibida, la escasa cobertura sanitaria adaptada a las necesidades y naturaleza de cada cuerpo, el documento de identidad como aniquilador oficial, precisamente, de la identidad, la falta de oportunidades laborares igualitarias, la expresión sexual más desprevenida como respuesta al ataque y al estigma, acoso y discriminación (también racial)… La profundización y arrojo con el que se trata las temáticas y su perfecta hilvanación con el desarrollo de personajes y situaciones resulta impresionante, también con la integración de los distintos elementos y disciplinas artísticas y escénicas que intervienen. Esto es importante, además, porque cada tema representa y desenmascara una de tantas barreras con la que se encuentra la comunidad y, de este modo, nos arrastra e impresiona de un modo fascinante y que propulsa nuestra capacidad para abandonar nuestra propia mirada previa y participar del cambio de chip. No se trata tanto de ponernos un punto en la boca antes de hablar (que también) sino de cambiar nuestra posición privilegiada y movernos junto a elles por la realidad.

De este modo, la compañía sublima en el escenario la concepción de familia (no biológica), sin duda otro de los valores añadidos de la pieza. Todes brillan, a nivel individual y en conjunto. La admirable disertación sobre la vejez de Sata, su humanidad desbordante y su mirada acogedora. La urgencia y necesidad de Nicole en su búsqueda a través de la sordidez para encontrar (o no) el amor. La asertividad telúrica de Delfina cuando nos habla de las situaciones más angustiosas y solitarias combinadas con la explosión de sus momentos más efusivos. La capacidad de David (Priego) para mostrar todas las capas, reflexiones, connotaciones y perspectivas de su texto. La descorazonadora sensibilidad de Nico para hacernos atravesar junto a él por todo un abanico de sensaciones y experiencias que muestra con total y aplastante naturalidad… Y, por supuesto, la omnipresencia de David (Teixidó), auténtico maestro de ceremonias de energía y carisma desbordantes. Su habilidad para incluir al público es realmente impresionante, así como su saber estar dentro o fuera de foco en función de las necesidades de cada momento. El movimiento de Carla Tovías consigue una hermosa conjunción de las posibilidades escénicas del lugar y la pieza con la propia exprevisivad de cada intérprete, redondeando el resultado final.

Siempre se va mucho más allá de lo literal, «porque si sólo hablamos de eso, nos convertimos sólo en eso, y somos mucho más». Tanto por lo que se dice como por el lugar desde donde se dice, Tránsitos supone una verdadera revolución escénica y los nombres de todes les aquí presentes deberían situarse al lado de los más celebrados de la temporada. Nos sentimos realmente afortunados y agradecidos de compartir este momento que trasciende lo escénico para instalarse en lo ideológico y sensitivo, abriendo puertas y ventanas mentales en un interior que nunca más será el mismo tras abandonar la sala. Igual que les protagonistes viven y nos hablan de su tránsito (físico, geográfico, familiar, político, sexual…) cada persona del público también hace el suyo. De un modo que, como hemos dicho, rehúye el listado escénico y los integra a todos en una dramaturgia espléndida. De este modo, la escenografía de Jair Bellante y Maria Perrone aprovecha las posibilidades de la sala y se funde en una suerte de familia técnica con el diseño de iluminación de Quim Otero, el sonido de Pau Matas y el vídeo de Ander Puig. Un trabajo conjunto que naturaliza las transiciones entre momentos individuales y situaciones escenificadas favoreciendo el envoltorio y cobertura óptima para que incluso las sensaciones y emociones ocupen el plano óptimo dentro de la representación.

Por otro lado, un asunto importante. La presencia escénica de todes les aquí presentes abre también el discurso de la contratación (de nuevo nos remitimos al ámbito laboral, en este caso artístico) de las personas disidentes de género. No marginarles del espacio de la representación es importante. Para normalizar dentro pero también fuera. No sería descabellado pensar que si una «persona cis media» es capaz de empatizar con les personajes trans, por ejemplo, de una historia, se mostrará más abierta a hacerlo también en la vida real. Verse (y verles) representades en cualquier tipo de manifestación artística ayuda a «actualizarnos» y «re-formatearnos», más teniendo en cuenta la amplia gama de perspectivas de género en toda su complejidad (también artística) que pueda aportar su reflexión crítica sobre en qué manera afecta el género y qué significa y aporta esta disidencia al arte, por otro lado, connotación intrínseca e indispensable para que éste se materialice.

Finalmente, Tránsitos es un espectáculo que marca un antes y un después. Un click mental en forma de maravilla escénica que es también un grito liberador que valida y convierte en realidad lo que quizás era una ilusión o posibilidad. Tomando las riendas de la necesidad, la rabia y el dolor se nos invita e incluye como parte de esta familia de artistes que se convierte en la nuestra durante (y me gustaría pensar que también después de) la representación. Porque aquí encontramos el equivalente teatral a una política de liberación y re-orientación verdaderamente inclusiva y fundamentada en la experiencia vivida. Elles cumplen con creces y más. ¿Y ahora? Una pieza como esta, que trasciende el espacio de la representación como lo hace, no puede ni debe ver reducida su vida sobre las tablas a las dinámicas de programación/exhibición al uso. Por su naturaleza, Argentina y Uruguay están en el horizonte. El llamamiento es imperante: espectadores potenciales (es decir, todes), programadores, educadores, legisladores… venid, acudid, escuchad, vivid, implosionad, asimilad y propagad.

Crítica realizada por Fernando Solla

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