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15.12.2020 Críticas  
Bañémonos en preguntas

Sleepwalk Collective ha creado Swimming Pools, una pieza escénica que pudo verse en el Teatro de La Abadía de Madrid hasta el 13 de diciembre. Camilla Vecco Haddad, Iara Solano Arana, Nhung Dang y Rebeca Matellán son personajes de un videojuego de lo más metafísico.

No se trata de una obra al uso. Se mezclan textos poéticos, voces susurradas en varios idiomas, una iluminación de infarto de Alex Fernandes y música electrónica de Sammy Metcalfe para crear imágenes tan extrañas como bellas, absolutamente evocadoras, sobre situaciones de futuro, y tal vez también del presente.

Todo empieza con una pantalla en el centro del escenario, que pone al espectador en situación: estamos ante una especie de videojuego; cuatro personajes, o cuatro cuerpos a habitar, cada uno de un color. Van tomando vida mientras giran en cuatro pedestales en la oscuridad del escenario.

Tras esta impactante introducción, comenzamos con los varios niveles del juego. En cada uno de ellos, nos encontramos con una piscina, en un futuro no muy lejano, con un propósito, una situación, unos pensamientos. Se suceden piscinas de parto, olímpicas, abandonadas, municipales, en hoteles, en el extranjero. Nosotros seremos los encargados de darles sentido.

Casi como flujo de conciencia, los personajes recitan, susurran sus textos, adaptándose a la música, cada vez más alta, creando un sonido envolvente, casi hipnótico; cantos de sirena, como si nos encontrásemos en medio del universo y nos estuvieran contando algo revelador. Sabemos que es revelador porque no lo podemos entender. Y, sin embargo, todo tiene sentido.

Comenzamos en una piscina el año que viene; el personaje amarillo se sienta al borde del escenario, o la piscina, y, mientras dice su texto, mueve las piernas en un agua invisible; este movimiento lo reproduce también el personaje azul, que, más atrás, está tumbada, leyendo un libro. Movimientos de piernas lentos pero continuados, que crean una atmósfera nueva, un nuevo tiempo y que terminan por alternarse y contrastar con movimientos rápidos, repetitivos, forzados, cortantes.

Este comienzo nos prepara para toda una explosión de colores (gran trabajo de vestuario de Jorge Dutor), azul, amarillo, verde y rojo, a medida que estos personajes se deslizan por el escenario, toman posiciones, bailan, realizan piruetas, hablan… Los habitamos, estos cuerpos, y el espectador sufre con ellos la incomodidad de venir al mundo. Tras la oscuridad y el susurro más tranquilidad, una luz cegadora se enciende, molestando también a los que se encuentran en el patio de butacas. Es duro salir a la vida.

Las pantallas parpadeantes de los dispositivo móviles, que siguen la estela de las luces esparcidas por el escenario, enfatizan aún más, si cabe, el cuerpo humano, al contrario de lo que se pudiera pensar. Pantallas que bailan solas, cuerpos entre luces y sombras.

Swimming Pools nos ofrece un proyecto coral muy trabajado, de creatividad desbordante, fresco, original, diferente, ante todo, tremendamente impactante y visual. Nos brinda una visión del agua como metáfora de vida y muerte a través de los cuerpos, del baile de piernas, del deseo, del hastío, de la apatía, o la esperanza. En este sentido, destaca el trabajo coreográfico de Alice Tatge junto con las intérpretes. Lo cotidiano se entrelaza con lo metafísico. Entre medias, se vislumbran la contaminación de los océanos, la consecuencias de la pandemia, el mal uso de las redes sociales, la confusión de pequeños niños y niñas. Es otra dimensión y, aún así, todo el mundo, o el universo, más bien, cabe en un escenario.

Se puede jugar también a la metafísica, a preguntar metafísica. Al fin y al cabo, todos somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos, quizá, algún día, volvamos a la matriz. De momento, solo nos queda vivir. Y disfrutar de obras como esta, que dan mucho que pensar y demuestran que la juventud y la tecnología no están reñidas con la crítica social, la expresión en todas sus formas y el compromiso con lo artístico. Una delicia para los sentidos.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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