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03.12.2020 Críticas  
Café, cigarrillos, trago de agua

Otra de las propuestas del ciclo Confín del 38 Festival de Otoño, también en la Replika Teatro, Hamsia, agotó todas sus funciones de esta propuesta sobre trastornos alimenticios y cómo vivir encerrado en ellos, sumando un confinamiento.

Carolina Yuste y Enrique Cervantes ponen sobre el escenario un proyecto que engloba tanto la inquietud de Carolina que actualmente se encuentra en un proceso de investigación creativa sobre cómo desarrollar artísticamente y como traducir al espacio escénico un conflicto personal y vivencial como es el trastorno de alimentación y la bulimia; y la parte de Enrique que continúa volcado en el desarrollo de su faceta como escritor y creador y está particularmente interesado en mezclar las vivencias personales con lo documental y lo ficcional, hecho que enlaza con su participación en los proyectos de la compañía Números Imaginarios, con similar credo e inquietud.

Ana y Mia son las protagonistas de Hamsia, apelativos utilizados en redes para encontrar contenidos y referirse “secretamente” a la anorexia y la bulimia. Hamsia es otro juego de palabras que me lleva a imaginarme el hambre y el ansia, ambas pulsiones psicológicas que se traducen en la fisicidad del comer, como necesidad o acto de consumir alimento con o sin motivación. Me sorprende que la bulimia puede ser tanto la patología tan destructiva de comer de forma compulsiva provocando vómitos como la gana insaciable de comer, el hambre de buey de su base etimológica.

Hamsia ha estado programada en pases cada hora, y lo componían tanto la pieza dramaturgica fisica y audiovisual de los intérpretes en escena, como una instalación en la sala, donde el espectador físico (en el streaming nos enseñaron su interior) podía acceder a ese cubículo con un váter cuyas paredes mostraban textos y extractos de tuits, junto a fotografías de Enrique Cervantes y Carolina Yuste. La creación audiovisual es de Afioco Gnecco y es el grueso de esta propuesta multidisciplinar, y en la que se apoya toda la fuerte carga del proyecto. Las tomas del bosque y su montaje son las que mayor valor creativo me aportan, y la parte testimonial de ellos, tanto en sala como en el video, las encuentro incompletas sin llegar a ser fallidas. Solo el texto de Ana sobre las bondades de la resta contextualizan el discurso, al igual que la demoledora última imagen de Carolina en el 2017, que debe ser el germen de toda esta inquietud creativa.

Hamsia no deja de recordarme la instalación de Rigola, Macho Man, en los Teatros de Canal, en la que el espectador se autoguiaba por una serie de habitaciones con testimonios sobre la violencia contra las mujeres, y esta caja de Hamsia quizás me hubiese aportado el extra que me ha faltado ante mi experiencia en streaming. Este teatro testimonio y documental lo considero de gran valor educativo y divulgativo, y en los últimos años se ha desarrollado de forma muy efectiva y ocurrente, y reitero que mi opinión habiéndola disfrutado en vivo, con esa toma de temperatura y pesaje antes de pasar a la sala, la instalación, y posterior salida de sala en la que al público se les entregaba un paquetito cuyo contenido desconozco, es lo que me hace que al menos esta vez yo no comulgue con la patata frita.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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