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25.11.2020 Críticas  
Miedo y vulnerabilidad

Querido capricho es un monólogo a cuatro manos, las de Tomás Cabané y Tomás Pozzi escribiendo el texto y las del primero dirigiendo mientras el segundo actúa. Drama y comedia con acento argentino que se puede ver en el Teatro María Guerrero en un montaje de Centro Dramático Nacional, Check-In Producciones y Pedro Hermosilla Producciones.

El amor lo mueve todo. Fronteras, muros y fortalezas inexpugnables. Creemos que redime, que salva y da sentido. Pero no. Seamos francos y honestos. Cuando esa es la idea que se tiene sobre ese denominado sentimiento o lo que define el acercamiento, la experiencia o la vivencia tenida con otra persona, aquello destila desequilibrio y neurosis. Y eso es lo que le sucede a Amanda, una mujer sencilla, humilde y hogareña, quizás por carácter, quizás porque fue educada para ello, que tras ocho citas con un hombre veinte años más joven que ella hace balance de lo que no sabe qué es, si un principio, un entretiempo o un nada porque aquello nunca fue conato de algo.

El personaje que Tomás Cabané ha ideado con la colaboración de Tomás Pozzi tiene mucho de popular, de mujer cotidiana, propia de nuestro imaginario social por su intensidad, su exceso y su histrionismo. Lo que en manos de otro podría haber sido una caricatura, Pozzi lo convierte en un medio para desplegar todas sus capacidades, tanto verbales como corporales (ayudado en el movimiento por Mey Ling-Bisogno). Sí, un hombre, interpretando un papel femenino. Le basta ponerse dos pendientes de perlas para encarnar y convencer.

Cierto es que hay momentos en que vuelve a sí mismo rompiendo la cuarta pared de la sala Princesa. Se entiende que pueda ser un medio para que algunos espectadores transiten con él a unas coordenadas poco habituales, pero ya puestos, quizás hubiera sido un golpe de efecto total el haber sido siempre ella, ese ser con ecos de Madame Bovary y Ana Karenina. Aparente ser anodina, pero la realidad es que la verborrea de Amanda no tiene descanso. Nos relata sus citas y hasta alguna anécdota de alcoba, nos cuenta cómo convive y se relaciona con su hermana y sus sobrinos, cómo cuida a sus mascotas y lo que comparte de sí misma con sus amigas.

El texto de Cabané tiene mucha información y más complejidad de lo que podría parecer. Pozzi se deja la piel sobre el escenario para darle a su trabajo la versatilidad que requieren los cambios de registro, lugar y punto de vista tanto de su personaje como de su historia. Una situación en la que la dirección se sitúa por momentos en una línea roja en la que más que la acción priman el despliegue de Pozzi para indicar que hemos cambiado de situación y los recursos escénicos. Señalar entre estos la escenografía de Silvia de Marta como perfecta extensión de la personalidad de Amanda, el intenso trabajo de Jesús Díaz traduciendo lumínicamente sus andanzas y el muy bien definido espacio sonoro de Mariano García con la guinda de la voz de Lucia Trentini entonando las canciones que dan ambiente y atmósfera.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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