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13.11.2020 Críticas  
La obligada pertenencia al grupo

Llega al Teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional esta trepidante adaptación de un texto de Nina Raine. Tribus es un drama familiar que en manos de Julián Fuentes Reta consigue momentos electrizantes. Un montaje que no debería pasar desapercibido.

Desde que nacemos pertenecemos a un clan. Esa pertenencia nos hace sentir seguros, protegidos. El clan o la tribu moldearán nuestra personalidad y regirán gran parte de nuestro destino. Es inevitable. Ahora bien, esa pertenencia que nos viene impuesta no tiene que ser para siempre. Habrá quien se rebele y luche por descubrir otras tribus e integrarse en ellas.

El texto que llega al Teatro Valle-Inclán nos presenta a una familia con tintes de convencionalidad pero con marcado sentido de pertenencia. Padres que pasan de los sesenta y que desearían que su prole estuviera emancipada, pero que tienen que lidiar con un hijo que no consigue retener una novia, que fuma porros y que sufre oyendo voces internas acusatorias. Una hija que canta ópera en algún que otro bolo, con frustración vital. El pequeño de la casa es Guille, sordo de nacimiento, al que han integrado en su tribu incluso impidiéndole aprender lengua de signos. El conflicto aparecerá cuando Guille se enamore de Silvia, una brillante chica que se está quedando sorda y que le introducirá en la tribu de los que hablan lengua de signos. El clan se resquebrajará y saltará por los aires.

El texto de Nina Raine destila sarcasmo y es altamente deslenguado. La traducción y adaptación de Jorge Muriel ha incluido aspectos locales que no chirrían en absoluto para que la familia sea más cercana al público patrio. El montaje es virtuoso, ya nos tiene acostumbrados Julián Fuentes Reta a retratos familiares, corales. Los mueve con ritmo, sin pausa, lo que permite que la extensa duración del montaje no se haga pesada. Si bien, creo que un recorte en alguna de las escenas no dañaría el resultado final.

Para un montaje así se requiere de un elenco cohesionado y sin duda este lo es. El padre de familia, mal hablado, con carácter, intransigente y ácido está brillantemente interpretado por Enric Benavent. La madre, mujer letrada y de gran personalidad es Ascen López. El tándem de estos dos “mayores” de la historia es todo un duelo interpretativo de dialéctica e ironía. Jorge Muriel es Daniel, un personaje con serios conflictos. La interpretación de Jorge es fascinante, llevando su registro a una verdad que llega al espectador a pesar de lo difícil de la misma. Laura Toledo es Ruth, transmite tal dulzura que es imposible no encariñarse con ella y con sus frustraciones, que son muy reconocibles en las nuestras propias.

Capítulo aparte merecen Marcos Pereira y Ángela Ibáñez. Actores sordos y con un talento descomunal. Son la joya del montaje y consiguen momentos de gran carga emocional. El personaje de Silvia es un regalo para cualquier intérprete, el giro inesperado en su discurso es uno de los momentos más bellos de la función. Contar con ellos en escena es una declaración de intenciones y un verdadero ejercicio de inclusión que debería ser la norma no solo en las artes escénicas sino en nuestra vida en general. Saldríamos todos ganando.

La escenografía de Elisa Sanz casa a la perfección con las siempre certeras proyecciones de Álvaro Luna, que acompañadas de un espacio sonoro preciso que recrea el ruido del silencio consiguen que nos metamos en la turbada mente de los personajes.

Luego está el mensaje que cada uno quiera destilar. Los clanes, los prejuicios, el valor de cambiar lo impuesto, el miedo a sentirse fuera de sitio. Todo eso está en Tribus. El lenguaje como muro infranqueable. Los signos que transmiten emociones, manos que hablan de dolor. Tribus empieza como un caos de personalidades para ir construyendo un emotivo final. Curiosamente una obra que habla del silencio de los sordos y en la que el silencio apenas aparece. Suena ópera, suena Bach, suena el ruido de quedarse sordo, el zumbido de la ausencia de ruido. Suena a teatro que acaricia.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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