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16.11.2020 Críticas  
¿Qué hacemos aquí?

Acompañada de las actrices Marta Marco y Judit Farrés, Lara Díez Quintanilla (actriz, directora y guionista) presentaba hace unos días en el Teatre Lliure de Barcelona La nostra parcel·la. La obra, cancelada en dos ocasiones por la pandemia, vuelve definitivamente el 19 de Noviembre dentro de la programación de #ElLliureAlSofà.

Dos protagonistas sin nombre, buscan y rebuscan el sentido de su existencia… ¿Lo encontrarán en la fe? ¿En la política? ¿En la ciencia? ¿En la razón? ¿En el pasado? ¿En el presente? ¿En la cultura? ¿Cuándo? ¿Y por cuánto tiempo? Lara Díez Quintanilla presenta una distopia cómica que sentimos vigente (más aun si cabe tras su estreno en el mes de marzo de 2020) en la ‘nueva normalidad’.

Dos mujeres se encuentran de repente en un lugar cerrado, sin saber cómo han llegado a él, qué deben hacer ni cómo saldrán de ahí. Esta es la premisa inicial que Lara Díez Quintanilla nos presenta en La nostra parcel·la, una obra que trata la existencia del ser humano desde la profundidad de su psique en la que se plantea las eternas preguntas: ¿Qué hacemos aquí, cómo hemos llegado, cuándo podremos salir y cómo?. Preguntas para hacerse en un universo distópico que nos limita y nos configura.

La nostra parcel·la es la segunda parte de la fantástica trilogía El buit de la parcel·la oblidada, formada por los títulos Omplint el buit, La nostra parcel·la y Les oblidades, basada en la existencia. Dos desconocidas aparecen dentro de un cuadro de arena. No saben qué hacen allí. No saben qué pasará. No tienen recuerdos al respecto y, por si fuera poco, no se (re)conocen entre ellas. Un inicio de historia que nos hace recordar el sentimiento intrínseco de desconfianza que todo humano tiene instalado en su placa base.

Los personajes aparecen inesperadamente en un espacio cerrado indefinido en el que se vive sin comer ni dormir. No se conocen. No saben cómo han llegado hasta ahí, quién las puso en este lugar, por qué están allí, qué deban hacer, dónde irán después, ni si existe un después. Tampoco saben cuánto tiempo van a estar ahí. Ninguna pista. Ninguna indicación externa. Sólo disponen de sus cuerpos y del suelo que pisan.

En palabras de su directora: «Todas las posibilidades de habitar este espacio-tiempo están limitadas por la relación que establezcan entre sí. Entre una y otra, estará contenido el despliegue infinito del sentido.” Y es cierto. Todos nosotros nos basamos en el hecho de no saber. De jugar al juego de la vida. De no comprender el porqué de las cosas ni de lo que vendrá. De la sorpresa continua que puede finalizar en algo dulce, amargo o insípido. Una eterna existencia en la que no sabemos en qué desencadenarán nuestras acciones.

La nostra parcel·la pone de manifiesto las tonterías que las personas creamos en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Como creamos dogmas, como nos imaginamos cosas, como creamos sociedad o, sencillamente, como nos volvemos locos comprando papel higiénico en un supermercado pensando que en plena pandemia no vamos a poder limpiarnos el culo satisfactoriamente. Porque el ser humano es así por naturaleza y, a parte de dejarnos llevar por lo que vendrá mañana y trabajar para labrarnos un porvenir, lo que hacemos muchas veces es complicar las situaciones con actos sinsentido.

En la obra, encontramos ambas representaciones, la voz del caos y la voz del orden. Dos voces que podemos localizar en nuestras cabezas y que en escena se convierten un personajes que interactúan, que se poden en duda de una forma entretenida, cómica a la par que preocupante y, en ocasiones, extasiante en una vida sin fin. Nos reconoceremos en ellas y, a su vez, veremos representadas personas de nuestro entorno. El choque de energías en el tema eterno de la vida: ¿Esto es todo? ¿Hay algo más? Seguramente hay un ente que nos controla y nos observa para entender nuestra reacción. ¿Hay un dios? ¿Vivimos en una mentira eterna? ¿Un Show de Truman mundial? Cuando todo se acabe, ¿alguien nos va a pedir explicación sobre las decisiones que hemos tomado en nuestra vida? ¿Lo que hacemos «puntúa» para acceder a una vida superior? Dos mujeres, dos personajes sin nombre, dos representaciones de dos segmentos de la humanidad plantean todas estas dicotomías de una forma magistral dentro de un cubículo de arena en el que, solas, llegarán (o no) a la comprensión de su propio universo.

La dirección de Lara Díez Quintanilla es fantástica. El uso del tiempo y el control del limitado del espacio hace que nos inmiscuyamos rápidamente en una historia que se nos plantea verosímil. Una lucha encarnizada sobre los dogmas (su creación, continuación y eliminación) y la creación de nuevos. La continua búsqueda del basar nuestras vidas en algo que sea (o no) tangible. Una obra que nos hace pensar y reflexionar.

Por su parte, Marta Marco y Judit Farrés realizan un trabajo exhaustivo y maravilloso. Creando en algunas ocasiones el infierno en escena y, en otras, el paraíso en una simple y limitada caja de arena, nos muestran la volubilidad del ser atentado por los dogmas que la sociedad. Están solas pero no paran en ningún momento reinterpretando la dimensión del espacio mientras su relación cambia de forma constante. Una sensación que nos recuerda a estos días de confinamiento con la familia. Un lugar peligroso donde una palabra o un gesto puede cambiarlo todo.

La nostra parcel·la de Lara Díez Quintanilla nos presenta de forma perfecta la incertidumbre de la existencia y el absurdo del comportamiento humano. Ahora, puedes disfrutarla en la sala online del Teatre Lliure de Barcelona dentro de la programación #ElLliureAlSofà. ¡No te la pierdas!

Crítica realizada por Norman Marsà

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