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13.10.2020 Críticas  
Triste y caliente

Por sorpresa y casi con demasiada modestia el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid estrena Matar cansa, de Santiago Loza, interpretado y producido por Jaime Lorente, en una aproximación al fenómeno fan y al casi inconfesable e irresistible atracción por la crónica negra y sus protagonistas.

Jaime Lorente es en Matar cansa el ojo que todo lo ve, el verdugo, la víctima, la madre, y el admirador de un asesino al que solo se van a referir como La Bestia, una vez que este es ingresado en prisión tras segar doce vidas. Este admirador/narrador nos hace un retrato del asesino de oídas, de lo que lee, escucha, se comenta o se rumorea; es casi un biógrafo de la era millennial y las fake news, en la que poco importa la veracidad y el orden de los hechos, sino la leyenda que se crea en torno a los actos injustificados de una persona que un día comienza a sentir la necesidad de matar.

La sombra de Netflix es alargada, y los proyectos multitudinarios en los que Jaime Lorente se ha ido colando en las vidas de la audiencia que le van a acompañar cada noche, como le ocurre a su personaje en Matar cansa, son solo una pequeña parte muy luminosa de su paso en sombras por los escenarios. No es con poca gente con la que comentando las ganas que tenía de ver a Jaime Lorente sobre un escenario casi estamos considerando y dando por sentado que este es su debut, pero no, hasta yo mismo en un primer momento no reparé que participaba en Esta (NO) es la casa de Bernarda Alba; o que según leo ha pasado por espectáculos de La Joven. Jaime Lorente está haciendo el camino de un actor a la antigua, desde su formación en un teatro, hasta convertirse en un fenómeno mundial por el impacto y la difusión de la plataforma audiovisual.

Matar Cansa está dirigido por Alberto Sabina, y el trabajo y la energía se nota y se agradece, siempre y cuando uno vaya a disfrutar del trabajo del actor, no a ver en carne y hueso a un ídolo de masas, al que retratar constantemente durante la función, compartir stories desde el patio de butacas, o partir de la premisa de que sea cual sea el resultado de la interpretación de la noche, se va a merecer una standing ovation. No me equivoqué en esta predicción ni en el comportamiento de la audiencia durante la representación: fue un choque cultural mas que generacional lo que sufrí, ya que tampoco me voy a poner más años encima de los que me alejan de los jóvenes de la “generación Élite”.

Este texto es el más flojo que he percibido de Santiago Loza, al que gocé con He nacido para verte sonreír, donde el trabajo de Pablo Messiez a la dirección era crucial; o si nos vamos al cine, “Breve historia del planeta verde”, donde Loza escribe y dirige, era una marcianada muy emotiva. Matar cansa es fría, lejana como la mirada y la distancia que separa al joven narrador de La Bestia, y el calor y el trabajo viene aquí de la labor de dirección y del impecable trabajo de Jaime Lorente, una excepción dentro de su generación por el riesgo que supone enfrentarse a la audiencia en directo, y el querer gozar de una carrera completa y llena de matices. La revista ICON en diciembre de 2018 dedicaba un artículo a la “Patrulla de Elite, héroes de la nueva televisión global” donde el primer plano era para Jaime Lorente y es que mas allá de que dentro de ese elenco hay algo que rescatar, resulta claro que Lorente quiere diferenciarse del resto y tiene espiraciones más allá de querer rascar un papel en la saga Marvel de aquí a cinco años.

Todas estas suposiciones no hacen mas que acercarme al protagonista de Matar Cansa, alguien obnubilado por el resplandor mediático, que para La Bestia es el mismo fulgor que le ciega desde dentro y le incita a matar. Dentro de la simplicidad y formalismo del texto, agradezco que que se deje de lado la convencionalidad y nos acerquemos a un personaje con en el que ni su entorno socio-económico, ni su orientación sexual sean la justificación de su criminalidad, y que acerque a esta joven audiencia temas tan actuales (y polémicos) como el ‘bud sex’.

No muchos actores conocidos por el público global podrían llenar el escenario del Teatro Pavón Kamikaze como lo hace Jaime Lorente, y que un monólogo no haga que uno se distraiga y desconecte llegado un punto. Matar cansa son 90 minutos de parlamento encendido, donde solo una silla y un vaso de agua complementan la propuesta, y se apoya sobre un diseño de iluminación de David Picazo que sobresale jugando con las sombras, ecos del Nosferatu de Murnau y el expresionismo alemán: son momentos fugaces, pero reseñables.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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