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01.09.2020 Críticas  
Insatisfacción crónica de (pre)diseño

La Sala Versus Glòries sube el telón y elige la comedia Gustafsson R60 para nuestra vuelta al teatro. Rosa Molina ha escrito y dirigido una pieza que planea sobre la objetivación de la frustración vital de sus seis protagonistas. Una mesa de diseño sobre la que se desplegarán y airearán secretos a voces de un modo simpático y cómplice.

Que nadie se asuste, que no nos encontramos ante una variante teatral del product placement ni de cualquier estrategia publicitaria similar. Aunque el «artículo» en cuestión juega un papel importante en lo que sucede en escena, lo que en última instancia se querrá mostrar es un compendio de actitudes humanas, en su mayoría miedos e inseguridades. El pulso entre esparcimiento y reflexión lo ganará el primer combatiente. Molina no busca el giro constante o sorpresa reveladora y confía en un texto bien expuesto y desarrollado en lo que se refiere a ideas y situaciones que, sin embargo, muestra prácticamente todas sus cartas argumentales desde buen principio. El espectador se encontrará (casi) siempre un paso más adelante que algunos de los protagonistas, lo que lo sitúa en un lugar cómodo y al mismo tiempo partícipe.

Están todos los ingredientes para que la comedia situacional funcione y, aunque en el tramo inicial el centrifugado llega algo más apaciguado de lo que podríamos esperar en lo que al tono cómico de la dirección de intérpretes se refiere, se alcanza un punto en el que el engranaje se adecúa al ritmo y entorno común de los personajes. No nos adentraremos tanto en el qué ni el porqué de cada uno y sí en el cómo. La puesta en escena aprovecha la calidez y confortabilidad del espacio y se apoya prácticamente en su totalidad en la comicidad de los intérpretes, en su buena combinación de detalles individuales con la interacción por parejas y en grupo y en unos escuetos y concisos cambios de iluminación para marcar la transición entre escenas. Las piezas de vestuario ayudan a dibujar una personalidad más o menos definida para cada una de las seis figuras y la banda sonora aporta un toque original y atípico.

Aunque es cierto que cuestiones sobre la vida y la sociedad (véase consciencia de clase, sentimiento de inferioridad, necesidad de aparentar felicidad, etc.) están presentes, también lo es que se abordan en pocas pinceladas. Las justas para que Gustafsson R60 capte nuestra atención más como un buen ejercicio de economía dramática que no «malgasta» el tiempo del que dispone que como un intento de dimensionamiesto intrínseco. Los intérpretes se apoyan en el texto y, poco a poco, a medida que avanza a la función hacen suyo cada personaje. De este modo, las figuras convocadas juegan entre el co-protagonismo y el antagonismo. El caso de Núria Sanmartí y Edgar Moreno sería quizá el ejemplo más manifiesto junto a una Laura Porta que aprovecha todas las intervenciones de su personaje. Xavier Pàmies se sitúa a medio camino entre el neurótico y el insatisfecho crónico con acierto y gran capacidad para la réplica, especialmente hacia una Rafaela Rivas que es portadora del gen cómico en todo momento. Esto mismo sucede con un Óscar Jarque que toma las riendas de la comedia desde su primera aparición en escena y se convierte en su termómetro y principal centinela, siempre con acierto, perspicacia y energía imbatible.

Finalmente, Gustafsson R60 se convierte en una buena oportunidad para el retorno al teatro de proximidad. Un texto que elige un tema lo suficientemente universal para que aceptemos gustosos las normas del juego y unos intérpretes que cuidan a sus personajes más allá del arquetipo vehicular que representan dentro del relato (tanto a nivel individual como colectivo) bien merecen la visita. En un inicio de temporada en el que hasta los catálogos de las multinacionales donde encontraríamos las hermanas innegables de la mesa titular han visto reducida e invertida la difusión de su versión impresa, la experiencia en vivo que supone la representación teatral cobra todavía más sentido y urgencia (si es que eso es posible).

Crítica realizada por Fernando Solla

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