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09.07.2020 Críticas  
El adiós… and All that jazz

El coreógrafo barcelonés Pere Faura dice adiós a la danza. Como él dice: “la danza es deficitaria y siempre lo será”. Ahora busca nuevos retos, explorar un mundo fascinante, evolucionar: transformarse. Su adiós lo hace a través del universo artístico de Bob Fosse, gran experto en el espectáculo de la muerte, para crear un gran réquiem festivo y lleno de purpurina.

Pere Faura nos presenta, en el Mercat de les Flors de Barcelona y dentro de la programación del Grec Festival, un homenaje al coreógrafo y bailarín Bob Fosse a través de sus películas y sus vivencias.

En 1979, Bob Fosse estrenaba All That Jazz, una película parcialmente autobiográfica sobre la vida de Joe Gideon, un coreógrafo adicto al trabajo, las drogas y el sexo, que soñaba constantemente que flirteaba con el ángel de la muerte. Cuando le llega el momento de su propia muerte, canta y baila la canción Bye Bye, Life, acompañado por unas bailarinas vestidas de sistema nervioso y arterial, en un monumental delirio musical final, hasta que la canción es interrumpida en seco por el sonido del cierre de la bolsa de plástico que contiene su cadáver.

Pere Faura ha querido desenterrar All That Jazz, así como otras escenas y coreografías de Bob Fosse, tanto algunas de las más icónicas como de las más desconocidas, para realizar una autopsia actual y personal y revivir todo su potencial poético, político y polémico. Cada una de las partes de la tradicional misa de difuntos es traducida o transformada en una nueva escena cabaretera. Una secuencia litúrgica fantástica, laica, reflexiva y festiva que mezcla el glamur y la sinuosidad de Fosse con la reflexión profunda sobre la idea de la muerte, tan presente en los textos de un réquiem.

Faura, nos presenta así una ceremonia nocturna, solemne, macarra y divertida, que poco a poco irá desvelando las razones, motivaciones y frustraciones que han llevado al autor a tomar la decisión de acabar definitivamente con su vida como profesional de la danza. Empezando por las audiciones, pasando por la investigación, por la creación del acto, por la visión de la danza, por su muerte… “No es mi cuerpo, sino el del sistema el que está viejo y entumecido. Mantenerse bailando es cada vez más difícil. He sido empujado danza abajo. Pero, que me quiten lo bailao… Ahora solo queda celebrarlo”.

Y, en definitiva, tiene gran parte de razón. Como indica en el espectáculo, la danza siempre queda relegada al texto. Si alguien baila y, a su vez, alguien interpreta un monólogo, la danza se ve tentada (y necesitada) a luchar, en vano, por permanecer en un combate que ya comienza perdido. Pero, a parte de esta verdad empírica (puesto que el show tiene la caducidad de 6 funciones: 3 durante del Grec Festival y otras 3 en la temporada 2020-2021 del Mercat de les Flors); Faura nos presenta en él un magnífico homenaje a la vida del bailarín, a su ahínco, a lo sufrido. La línea argumental es Bob Fosse, es cierto, pero las reflexiones que nos deja Faura sobre la vida y muerte de la danza nos estallan la cabeza y el corazón.

Ayudado de textos, canciones, danzas y videoproyecciones en una compleja coreografía para diez intérpretes y dos músicos en directo, Pere Jou y Aurora Bauzà, además de la colaboración especial (e inesperada) de Pere Arquillué; Faura desgrana un requiem en toda regla que nos hace reflexionar más de lo esperado. Como, por ejemplo, ¿porqué nos acordamos de los nombres de los actores pero no de los bailarines? ¿cómo se llaman los bailarines/as que aparecen en el espectáculo?… Démosles visibilidad: Odo Cabot, Montse Colomer, Raffaella Crapio, Mario Garcia, Júlia Irango, Anamaria Klajnescek, Gloria March, Víctor Pérez Armero, Toni Viñals y Guillermo Weickert. A su vez, también he de alabar la calidad de sonido, iluminación, videocreación y vestuario que Faura muestra: Stéphane Carteaux, Cube.bz, Sergi Faustino y Adriana Parra. Un compendio de factores que hacen que el producto que nos presenta Faura sea redondo.

Tras ello, nos hacemos la eterna pregunta: ¿Es la danza algo inviable? ¿Es la belleza un estadio necesario camino a la muerte? ¿Debe ser la muerte algo lúgubre o, en su defecto, deberíamos disfrutar de un funeral luminoso, con mucha pluma blanca y purpurina rosa? Faura tiene claro que hay de celebrar el momento de morir, de marcharse, pero en un espacio bonito y especial entre la autoparodia y la sátira política, entre el legado de la memoria y la incertidumbre de la despedida, entre la ironía de la vida y la ternura de la muerte. Y, ciertamente, es lo que recoge en el espectáculo. Bajo una visión de aparente felicidad, finalmente llega la autopsia, el plástico, el latex y la oscuridad. Llega la muerte de la danza.

Crítica realizada por Norman Marsà

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