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03.07.2020 Críticas  
Corpus: land art sobre el escenario

Una propuesta arriesgada, más cercana a la performance que a la representación, en la que Xavier Bobés juega, dialoga y se funde en el escenario de la sala roja de los Teatros del Canal de Madrid con las piezas esculpidas por Gerard Mas entre el silencio y los acordes del celo de Frances Bartlett.

25 butacas formando un círculo perfecto que contiene a su vez otro más, el que conforman las piezas arbóreas que delimitan el perímetro de la plataforma concebida por Pep Aymerich. Sobre esta, y en perfecta simetría, un carril de luces cuyos focos forman con la superficie iluminada un espacio con intención energética, aire chamánico e intención de altar. De ofrenda, honra, homenaje y exaltación a la esencia de lo que somos, seres vivos que confluyen y conviven con otros -animales y vegetales- en eso que llamamos naturaleza.

Como si fueran piezas de un tetris, un lego o un puzle conceptual, Xavier Bobés cede cuanto tiene de raciocinio para convertirse en vehículo que las une, comunica y funde en un conjunto. Una traslación espiritual en la que su presencia, sus movimientos, sus entradas y salidas de esa geometría constituyen el hilo que le da fluidez, dinamismo, vida y aliento.

En el espectáculo visual y sensitivo que es Corpus domina lo térreo. Lo que nace del suelo, como el árbol en cuyas ramas se posan los pájaros. Lo que corre sobre él, como los conejos que surgen de sus cavidades ajenas a nuestros ojos. Pero también quien camina sobre su superficie, hasta cuatro hombres de distintas dimensiones moldeados por Gerard Mas irán surgiendo sobre él. Unos completos, concebidos como fragmentos, y otros como partes exentas colmadas de expresividad, manos, pies y rostros en los que lo joven alberga a lo viejo y lo mayor contiene a lo infantil.

Un tiempo de silencio en el que el hombre, más que estar, transita y levita, y en el que la música, interpretada en directo por Frances Bartlett, se adentra como un espíritu identitario, como una presencia amable, que recibe, acoge, calma y acuna. La gravedad tonal del cello, la hondura de los sonidos renacentistas de O. Gibbons y los barrocos de Evaristo Felice dall’ Abaco y la propia voz de Frances Bartlett recitando con su cálido acento británico un soneto de William Shakespeare (que en el folleto de mano se puede leer traducido al castellano por Alberto Conejero) terminan por formar una atmósfera más que abstracta, abstrayente.

Un viaje coproducido por L’Auditori de Barcelona y los Teatros del Canal cuyo destino, fin y objetivo, más que llevarnos a un sitio concreto, es elevarnos de donde estamos, evadirnos de quienes somos y alejarnos de quienes nos creemos. Pero no para ponernos en duda, negarnos o confrontarnos, sino para hacernos transitar hacia un estadio de paz, esencia y sencillez. Una experiencia concebida, interpretada y vivida en esa delgada línea roja que muchas veces separa, pero que aquí une e imbrica, lo sensorial y lo espiritual.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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