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09.03.2020 Críticas  
Variaciones lorquianas

Federico García Lorca es inmenso. Su obra es única, y no solo por su excelencia literaria, sino por lo hondo que le llega a cada lector y espectador. Valga como muestra este Diálogo del Amargo, producción del Teatro Español, que Manuel Tirado y Francisco Suárez han elaborado a partir de los últimos versos del Poema del Cante Jondo que el granadino escribiera en 1921.

La escritura de Lorca tiene mucho de visceral, y no solo porque trate sobre las pasiones y las emociones que nos hacen humanos. Es también por cómo resuenan en nuestro interior las palabras que eligió -tanto cuando las leemos como cuando las escuchamos-, la manera en que las combinó y cuanto describió y narró con ellas. Por eso volvemos a él una y otra vez y en cada ocasión vemos, captamos, sentimos e interpretamos algo diferente, un matiz que nos dice algo nuevo, un detalle antes no percibido, una conexión con un aspecto anterior o posterior de su bibliografía que nos ilumina zonas de su imaginario por las que hasta ahora quizás no hubiéramos transitado.

Eso es lo que Francisco Suárez se propone con este montaje. Partiendo de la belleza poética de Lorca, de su capacidad antropológica para revelar cómo funcionaban las relaciones humanas en el lugar y tiempo que le tocó vivir, así como de su visión señalando el camino por el que también le tocaría transitar a él. Tres prismas que Suárez ha trabajado junto a Tirado para, previo monólogo introductorio, trasladar al espectador a otros tantos ambientes diferentes.

Ana Fernández es la eficaz llave de entrada al Diálogo del amargo que escribió Federico, pero materializándolo en un espacio onírico con ecos del bosque en que se resolvieron las Bodas de sangre y en el que hacen acto de presencia los tricornios del Romancero Gitano. A Maria Galiana le toca el papel más actual, el de la sobrina-nieta del poeta, que nos traslada hasta aquellas oscuras noches, como el alma de Bernada Alba, de agosto de 1936 en que le mataron por rojo, masón y maricón. Finalmente, Cristina Marcos es, como tantos otros, la descendiente de muchos de los que fueron maltratados, vilipendiados, torturados y asesinados por los que vestían camisas azules con yugos y flechas bordados en ellas.

Añádase un plantel de actores extraordinariamente solventes y versátiles, como demuestran los varios papeles que encarnan Jacobo Dicenta, Alberto Iglesias, José Antonio Lucía, Damià Plensa y Guillermo Serrano. Y una escenografía con medios -el Teatro Español, además de lugar de representación, es también institución productora del este montaje-, que subraya con belleza visual, ritmo lumínico y sonoro y movimiento escénico la necesidad de la memoria histórica y de hacer justicia devolviendo la dignidad a los abandonados en fosas comunes.

Pero, afortunadamente, esto es algo que ya sabemos y de lo que la inmensa mayoría estamos concienciados, lo que hace que este Diálogo del amargo resulten ser más un entrenido y estiloso ejercicio de variaciones sobre un texto de Lorca que una propuesta realmente novedosa.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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